Por: Sigifredo Burneo Sánchez / Vicepresidente Académico UNF
Piurano de nacimiento, obtuvo una Licenciatura en Educación, especialidad Lengua y Literatura, en la Universidad Nacional de Piura y estudió la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Tocado tempranamente por la vocación literaria publicó el año 2006 su primer libro: Sorpresa y otros cuentos, donde ya demuestra su capacidad innovadora y su espíritu alerta para narrar historias desde perspectivas novedosas y con una prosa atractiva y envolvente. Después nos permitió conocer sus siguientes libros: Estaciones (2014), Fragores y Mutismos (2014), Los rostros de la quimera (2019), Los rostros de Jano (2020), Poliedro (2020) y Agripnia (2021); libros en los que demuestra su creciente talento creativo; explorando el sentido de la existencia humana entre la niebla producida por las indecisiones, las ambivalencias y la metafísica.
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Javier Vílchez también participó como miembro fundador de la experiencia literaria grupal denominada Plazuela Merino; donde es probable que él y sus amigos hayan tropezado con el espíritu del poeta Francisco Lastarria, cuya presencia intemporal deambula en las solitarias madrugadas piuranas.
Ahora, acaba de publicar su nuevo libro: “Triángulo en la casa Kiliam” (Editorial Oveja Negra, 2025), en el que incursiona en el siempre apasionante mundo de la novela detectivesca. El libro contiene trece apartados, que constituyen piezas de un edificio verbal imponente y misterioso.
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El primer punto destacable de la obra es la creación del personaje principal Kerton Alatrista. Resulta meritorio que Javier Vílchez consiga un resultado eficaz en la construcción del personaje, porque en el mundo de la literatura solo las obras mayores han conseguido dejarnos la memoria permanente de un ser casi humano, actuando sobre la base de sus circunstancias y sus deseos imperiosos de plasmación personal.
En el primer apartado encontramos un trabajo descriptivo minucioso acerca de la configuración física del personaje central y un asomo de sus características conductuales. La eficacia del texto se mide por el interés que el personaje logra despertar en el lector, quien rápidamente siente curiosidad por penetrar en el mundo psíquico de un investigador policial. Igualmente, durante el desarrollo de la obra, la descripción física de personajes subsidiarios parece demostrar el interés del autor por dotar de corporeidad convincente a cada uno de sus personajes.
El segundo punto destacable proviene de la audacia mayor de crear un mundo: así como Faulkner o Miguel Gutiérrez, nuestro escritor Javier Vílchez crea su mundo ilusorio, pero identificable por sus condiciones geográficas y sociales: Monteolvido es un nombre de pueblo con resonancias poéticas, pero también físicas y sociales. Esa misma noche de su llegada, en un hotel provinciano cercano a la Plaza de Armas, Kerton Alatrista sufrirá el dolor mental de las horribles alucinaciones de una pesadilla macabra.
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El eje temático central de la novela es un asesinato misterioso al que trata de darse explicación enlazando diversas informaciones, provenientes de fuentes disímiles y a la expectativa creciente por identificar al victimario, a través de hipótesis que sucesivamente se van descartando; manteniendo así la permanente atención del lector.
La solución al conflicto se encuentra en las líneas finales del texto, brindando un desenlace típico de la novela de intriga. El lector podrá sentir la satisfacción de haber coincidido en la identificación del asesino o podrá sentir la sorpresa de que el asesino fue quien menos lo esperaba.
Una última acotación puede referirse al uso preferente de las técnicas narrativas tradicionales, como son la descriptiva y la lineal. Una muy buena lectura que atrapa, seduce y asombra. Muy recomendable.
Tomado del Semanario El Tiempo











