Por: Manuel Antonio Rosas Córdova / ABOGADO
Finalmente llegó el esperado mes de Octubre para nuestra comunidad que ha esperado mucho para el inicio del programa de reconstrucción del centro histórico de Piura. Ofrecido por los últimos alcaldes provinciales, incluyendo uno de ingrata recordación que nos ilusionó con eso de “Piura Bonita”, hasta el momento tenemos las viejas calles convertidas en una ruina con una geografía urbana de perfiles lunares por la cantidad de huecos existentes.
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La reconstrucción de pistas y veredas tendrá que ejecutarse con el suficiente conocimiento de la realidad geofísica de este lugar afectado por los fenómenos pluviales que azotaron la ciudad en décadas pasadas así por los graves desaciertos de las empresas constructoras – que fueron contratadas por la autoridad municipal – cuando aquellas emplearon materiales deleznables que al poco tiempo se destruyeron. Nunca la opinión pública fue informada sobre las investigaciones y sanciones que debieron imponerse, con todo el peso de la ley, tanto a las autoridades como a las empresas responsables.
La millonaria inversión de dineros públicos que el Gobierno Regional Piura, en esta importante y vital obra pública, tiene que usarse bajo criterios científicos y técnicos que incidan en un profesionalismo a prueba de todo para que la reclamada reconstrucción de esta zona urbana dure y responda a las reales necesidades existentes conforme a la naturaleza del suelo, la previsión de fenómenos naturales futuros y el uso peatonal y vehicular que corresponde a una capital regional tan importante.
Es de esperar que las autoridades responsables habrán procedido a la planificación, que es etapa indispensable en toda obra que se ejecute con una millonaria inversión de dinero público que es de todos los peruanos (en nuestro caso: de todos los piuranos). Por ninguna causa se deben dejar pendientes riesgos que al cabo de pocos años nos retornen a situaciones de exposición al peligro ante eventuales fenómenos naturales.
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Nuestro pueblo tiene la esperanza, por decir lo menos, de que la anunciada reconstrucción del centro histórico de San Miguel de Piura logre el perfil de una urbe hermosa y moderna como corresponde por ser la capital de la Región más rica y productiva del país. La Municipalidad Provincial tiene que estar activa y presente en la ejecución de este programa de obras para que al parejo se resuelvan los problemas relacionados con el ornato, la limpieza, el tránsito vehicular, la eliminación de letrinas callejeras, el recojo de la basura doméstica y comercial; el cuidado de los grandes árboles y los jardines, etc.
Consideramos que un programa de desarrollo urbano de esta envergadura tiene que atacar de raíz viejos problemas que tenemos pendientes de solución desde hace muchos años. Uno de ellos es el denominado “Centro Cívico” que ahora luce abandonado por la autoridad edil. Falto de limpieza, con sus instalaciones ornamentales en precarias condiciones, con pequeños comercios de comidas y bebidas al paso, etc. y; sobre todo con el 25% del área total en forma de depósito que, en las estaciones lluviosas, se transforma en reservorio de aguas residuales.
Finalmente, opinamos que ya es tiempo de que se gestione ante la Dirección Regional de Cultura la autorización para la demolición de los escombros de viejas casonas que peligrosamente pueden caer sobre las veredas. Aquellos restos de edificios ruinosos (que jamás serán reedificados por sus propietarios (muchos de ellos fallecidos) tienen que eliminarse y todos los demás terrenos sin construir que sean cercados con muros de ladrillo. Nos quedan en pie muy pocas construcciones coloniales y republicanas porque los piuranos de ayer no supieron conservar este patrimonio monumental.
Otro aspecto que incide en la buena imagen que se quiere lograr con las nuevas pistas y veredas proyectadas es el de la limpieza. Para evitar que algunas calles sean letrinas públicas (la calle Apurímac, por ejemplo) es indispensable que se instalen servicios higiénicos en determinadas zonas. Los ciudadanos aspiramos a vivir y disfrutar en una ciudad ordenada, limpia y bien reconstruida. Manos a la obra.
Tomado del Semanario El Tiempo
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