Los niños que crecen en entornos verdes, en contacto directo con la naturaleza, desarrollan más su inteligencia.
Investigación
Así lo revela un nuevo estudio realizado por la Universidad belga de Hasselt, que se ha centrado en la relación entre las habilidades de aprendizaje y los contextos de la vida de los niños. Y los resultados no dejan lugar a demasiadas dudas: el contacto directo con el verde estimula las facultades intelectuales.
Un estudio revela que criar niños en entornos verdes aumenta su inteligencia.
Vivir en un entorno de naturaleza puede hacer que seamos mucho más felices y también como no, que tengamos mejor salud, pero en el caso de los niños, también estar en contacto con la naturaleza afectaría a su estado emocional y según este nuevo estudio, a su coeficiente intelectual.
Resultados alentadores
El estudio involucró una muestra representativa de 600 niños menores de 15 años, los cuales fueron divididos a partes iguales entre sujetos criados en centros urbanos y jóvenes que iban a ser criados en contacto directo con la naturaleza. Los datos fueron reveladores y mostraron que incluso un pequeño aumento en la cantidad de entorno de naturaleza disponible puede aumentar las habilidades de aprendizaje: un 3% más de árboles y prados corresponde a un promedio de 2.6 más en el coeficiente intelectual de los niños pequeños.
El estudio mostró que el coeficiente intelectual promedio de la muestra era de 105 puntos. Sin embargo, el 4% de los niños de las zonas más urbanizadas obtuvieron una media de puntuaciones inferiores a 80 puntos, mientras que ninguno de los niños criados rodeados por naturaleza, alcanza este umbral tan bajo.
Niños y discapacidades de aprendizaje
Además del coeficiente intelectual, los investigadores también querían examinar otros factores, como las dificultades de comportamiento, los trastornos de atención y la agresión, utilizando criterios internacionales. Los niños criados en áreas cementadas sufren importantes alteraciones del comportamiento y déficit de atención, de modo que aumentan en un 3% con respecto a los casos de los niños que viven en áreas verdes, donde además estos problemas ven una reducción de dos puntos en las escalas de evaluación estándar.
Según los investigadores, la posibilidad de entrar en contacto con la naturaleza estimula ciertos aspectos de la del niño el desarrollo cognitivo – de la curiosidad a la exploración – garantizando así un intelecto más animado. Además, las áreas verdes actúan como una salida y como un excelente método para aliviar el estrés y esto justifica la menor frecuencia de trastornos del comportamiento y déficits de atención. Así lo explicó Tim Nawrot, uno de los investigadores que ha dirigido el estudio:
«Existe una creciente evidencia de la asociación entre áreas verdes y funciones cognitivas, como la memoria y la atención. Por ello, los desarrolladores e instituciones deben priorizar las inversiones en espacios verdes, ya que son fundamentales para que los niños desarrollen su máximo potencial».
Vía Biobiochile