Con regularidad escucho la frase “nada es gratis en esta vida”. Pero, reflexionando al respecto, concluyo que no es verdad. Todo lo que me han dado mis padres ha sido gratis. Los hijos son un don, un regalo. La sociedad me da muchas cosas gratis. Mis amigos también. Jamás podré devolver ni la quinta parte, por poner cualquier cifra, de lo que me ha sido donado y se me seguirá dando, aunque haga mi máximo esfuerzo.
La belleza de la naturaleza, una puesta de sol, un bello jardín, una hermosa luna llena y el cielo estrellado, son gratis. Los talentos los he recibido gratis. La vida misma, insisto, se me ha dado gratis. Hay muchas cosas gratuitas en nuestra vida.
Pero nos hemos convencido de lo contrario, porque tenemos un ídolo, un becerro de oro: el dinero, los bienes materiales, el consumismo. ¿Cómo pretendemos luchar contra la corrupción si tenemos ese ídolo, al que debemos adorar, sin importar lo demás? No hay bien común que valga.
La religión de la inmediatez, cuyo único fin es el obtener beneficios individuales, nos quiere impedir ver la verdad del don, de la gratuidad en nuestra vida. Por eso ya nadie se quiere casar, ya nadie quiere tener hijos: miremos a Europa y su descenso de natalidad. Y en América queremos seguir por el mismo camino.
También tenemos como ídolo a la libertad, una libertad absoluta. ¿Cómo podemos pedirle a alguien que acomode su vida a un ideal de sociedad honesta y comunitaria, si su libertad es absoluta, si cada quien puede hacer lo que quiere, sin límite alguno? Por eso la eugenesia está de regreso. Aunque este ídolo está sometido al anterior. Nos creemos libres, pero vivimos bajo la dictadura de lo material, del consumismo.
No vivamos en una sociedad en la que, como dice el dicho, “cuando el dinero habla la verdad calla”.
Volvamos la mirada a la verdad de la gratuidad. Aristóteles decía: siempre es más lo que recibiremos de nuestra comunidad de lo que podremos darle. De allí nacen los deberes cívicos, el amor a la patria, de los que ya nadie habla. Por eso ahora se les va a pagar a los miembros de mesa, me han contado mis alumnos.
“Gratis lo recibiste, dadlo gratis”.