En su novela “Cien cuyes”, con la que acaba de ganar el premio Alfaguara de Novela 2023, Gustavo Rodríguez advierte que hay una violencia estructural, subterránea, que recorre el Perú convulso de estos días, una “violencia latente pero más peligrosa” que lleva haciéndolo desde hace siglos.
No se trata solo de la violencia de los últimos días de quienes incendian ambulancias, patrulleros, locales públicos, intentan tomar aeropuertos, bloquean carreteras y puentes; sino de aquella violencia generada por los prejuicios que nuestra sociedad impone a miles de peruanos, las taras sociales que vive la enorme mayoría mestiza del Perú. Se trata, según Rodríguez, de una violencia mucho más sutil que tiene que ver con el no reconocimiento, con ignorar al otro: “Y se ve en la política: una gran multitud de las regiones olvidadas no blancas vienen a la Lima blanca entre comillas a reclamarle ese olvido”.
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Justamente de esas taras de las que los peruanos no logramos deshacernos, se aprovechan los oportunistas, grupos de izquierda o derecha radicales, Movadef, apologistas de Sendero Luminoso, dirigentes vinculados al narcotráfico, etc., para usar estos prejuicios como pretexto para engañar, manipular y “legitimizar” el vandalismo, con tal de llegar al poder que ya perdieron. Solo por citar un ejemplo, entre los que financiaron la movilización masiva de manifestantes a Lima en los últimos días figuraban los capos de la minería informal e ilegal.
Para Gabriel Arriarán, autor de Frontera Pirata, libro sobre el tema en Madre de Dios, en el país existe no solo una guerra de mediana a baja intensidad entre la minería ilegal y el Estado, sino también una competencia cada vez más encarnizada entre estos peruanos que en últimos treinta años han hecho mucho dinero gracias a esta actividad, extracción del oro, narcotráfico, etc.; y de otro lado los grupos tradicionales de poder en el Perú. Es decir, entre emergentes y un grupo más tradicional, cuyo poder económico es más antiguo.
Se trata de una lucha que ni siquiera se circunscribe a quienes son de derecha o de izquierda. Si en estos días se infiltraron líderes radicales y violentistas, son pasajeros, la verdadera lucha por el control del Estado sería entre emergentes y los tradicionales grupos de poder económico. ¿Y los intereses del país dónde quedan?
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