Las manifestaciones recurrentes para la dimisión del presidente Merino pusieron de manifiesto la necesidad de un cambio radical en la política peruana. Durante los últimos años la corrupción ha sido un modelo de negocio configurado en piloto automático que ha causado graves daños sociales y económicos a la sociedad.
Somos testigos de una generación arcaica que aceptaba moralmente el saqueo populista como única vía para obtener calidad de vida. En otras palabras, los medios que me proporciona la ley son insuficientes para alcanzar los fines institucionales de riqueza; la pregunta es: ¿hacer dinero sin importar cómo es un objetivo o un propósito de vida? ¡Una buena reflexión para los señores alcaldes y compañía!
Si no sé cuál es mi propósito, tampoco sé cuál es mi pasión, ¿con qué criterio voy a saber, entonces, qué necesita la población? Estimado elector, ¿se ha preguntado usted por qué cada cinco años hemos elegido al representante equivocado? A pesar de la incesante estadística sobre corrupción, no hemos despertado de este aletargamiento cognoscente, en tanto seguimos votando sin discernimiento crítico con respecto a las propuestas que nos plantean.
En tal sentido, en este contexto, yo les propongo que el voto no sea emocional; cuestionemos si el candidato tiene los pantalones para asumir los retos y desafíos actuales del país; evaluemos en su currículo vitae si tiene las competencias gerenciales para lograr el rendimiento esperado por el pueblo. ¿Cuántos proyectos de emprendimiento ha dirigido en su vida? Cuantifiquemos el factor de impacto de estos proyectos en términos de reducción de pobreza, generación de empleo, modernización de infraestructura básica, etc.
Hoy en día tenemos a disposición el internet para alimentarnos de datos cuantificables y medibles que nos permiten evaluar la viabilidad-factibilidad de una propuesta política; de tal forma, una pregunta clave que debe de formular la ciudadanía durante un mitin político es cómo lo van a hacer.