Si todos lo dicen seguro que es cierto. Esa es la posverdad, afirmaciones que se validan porque “mucha gente lo anda diciendo”. Una verdadera trampa para quienes buscan conocer la verdad de las cosas. Para Wikipedia “Posverdad o mentira emotiva describe la distorsión deliberada de una realidad en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales”.
La tarea de encontrar la verdad es competencia de los periodistas, cuyo rol es desentrañar los hechos acudiendo a fuentes confiables y utilizando el método científico en beneficio del rigor de la propia investigación.
El politólogo Eduardo Dargent (“Mucha gente anda diciendo”, El Comercio, 25.07.20), comenta la nota “¿El dióxido de cloro elimina el coronavirus?” donde se confronta la posición de que “este químico es tóxico y puede causar insuficiencia renal” con reacciones en el sentido de que “hay muchos testigos que funciona la sustancia”, afirmando que es inofensivo y que “lo único malo es que cura muchas enfermedades y eso es ofensa contra las farmacéuticas”.
Dargent aduce: “En vez de personajes iluminados, las redes sociales han permitido que las historias ganen validez a través de la repetición de la gente. Por mucho tiempo creíamos que sacrificar personas causaba un mejor clima o abundantes cosechas. Y muchos opinaban que las brujas merecían ser quemadas por sus consecuencias negativas sobre la salud pública”.
Por desgracia, en los tiempos modernos de medios virtuales parece que con la lluvia de información la gente se aburre de leer y como está muy abrumada con tanto material quiere tomar rápidamente una posición. A esto se suma el hecho que el común de la gente carece de capacidad de análisis y acaban quedándose con la parte de la verdad que más acomoda a su manera de pensar y de sentir, o construyendo un mito.
El riesgo está en vernos arrastrados por corrientes de pensamiento que se conviertan en movimientos sociales alimentados fácilmente con información que ha sido distorsionada por parte de políticos maquinadores, donde la verdad pasa a segundo plano y lo que prevalece es la ola de opinión de las masas, usualmente poco o nada reflexivas.