Una vez más, los tiempos actuales nos van direccionando a “cambiar la forma en que cambiamos”. Nos dicen que el éxito nunca ha sido tan efímero como en estos tiempos.
El proceso de cambio, hay que tomarlo con sensatez, conocimientos, creatividad, optimismo, y buen humor. Hay que dejar de lado ese proceso de “cambiar por cambiar”. Tenemos que hacer cambios “escalonados”, con directivos con visión, transformadores y trascendentes; y no cambios “turbulentos”, con directivos mecánicos, estáticos, y miopes a la realidad. Son épocas de ilusionarnos más, de ser más flexible a las explicaciones del pasado, y de rezar más.
Los entornos nos están dando la voz de alerta. Hay que crear organizaciones que sean tan resilentes como eficientes. Con carácter y con innovación. Esto es lo que ahora importa. Esto es lo que suma y multiplica. Ahí está el lugar de esa transformación de los hombres de empresas, hacer de una tragedia viva, una gran comedia de aprendizaje.
Dice el proverbio alemán, “no existe el mal tiempo, solo ropa inapropiada”.
Organizaciones así, adaptable y alegres, son más proactivas a responder a las necesidades emergentes de los clientes, y serán las primeras en adaptarse de manera eficaz, eficiente y consistente a las expectativas de ellos; logrando altos niveles de fidelidad y consecuentemente, mayores márgenes de utilidades. Estás organizaciones no brillan, más bien iluminan.
Y si se trata de atraer y retener talentos, son estas organizaciones, -las que exploran constantemente nuevos horizontes-, las más indicadas. Una empresa dinámica, adaptable, creativa y alegre, tendrán empleados que estén más comprometidos y más entusiasmados, y por lo tanto más productivos.
