Como si no fuera suficiente con su perverso plan puesto al descubierto de desmantelar a la Policía para volverla dócil y ciega respecto a los escándalos de corrupción propios y los de sus amigos Dinámicos del Centro, el presidente Castillo vuelve a echar leña al fuego al armar un gabinete salido de lo más rancio de la extrema izquierda, parchado con una dosis de oportunismo de la extrema derecha (premier Héctor Valer), complicando aún más el clima de inestabilidad y polarización que frena el retorno de la inversión privada y la generación de empleo.
Al designar ministro del Interior a Alfonso Chávarry, un expolicía cajamarquino que -es casi seguro- continuará el debilitamiento de la PNP iniciado por el polémico general Javier Gallardo, el presidente acaba de demostrar que seguirá del lado del mal, en la orilla de la corrupción. Para nadie es un secreto que justamente la designación de Chávarry era lo que la expremier Mirtha Vásquez quería evitar, por eso renunció. También ha hecho esta grave advertencia el saliente titular del Mininter Avelino Guillén en entrevista con IDL Radio: “No es posible que un presidente que llegó al poder enarbolando las banderas de la lucha frontal contra la corrupción termine siendo cercado y encapsulado por redes de corrupción”.
Seis meses y tres crisis después de su llegada a Palacio, sigue hundiendo su gobierno, lo que implica hundir al Perú. Sin necesidad de denuncias de sus adversarios, Castillo ha vuelto a demostrar que los pésimos nombramientos seguirán siendo la normalidad de su gestión. Es la única explicación a la designación del maestro Wilber Supo como ministro del Ambiente, sin más especialidad que la de egresado de Geografía. ¿Ser de Puno y haber candidateado el año pasado por Perú Libre le bastará para hacer frente a la gravísima crisis generada por el derrame de petróleo y la enorme lista de conflictos ambientales?
Con un premier defensor de la privatización de la vacunación, egresado de una universidad no licenciada y, por si fuera poco, con varios pendientes en materia judicial, el país ni siquiera puede esperar más de lo mismo, sino retroceder. Optar por un gabinete parchado refleja no solo la precariedad y crisis institucional que socavan al Estado; sino que al presidente le importa muy poco atender el clamor del país de hacer un urgente cambio de rumbo.