Desde hace mucho, el JNE y algunos acomedidos grupos de la sociedad civil han promovido con entusiasmo la práctica de una contienda electoral honesta y desprovista de insultos, agresiones o calumnias. Y está bien que se promuevan Pactos Éticos, como los que han firmado los candidatos en Piura, sin embargo, este compromiso no solo debe ser para la foto o para hacer creer que son buenos, responsables y éticos aspirantes a un cargo público.
Y es que no podemos pasar por alto que mientras ciertos candidatos sonríen y posan para las cámaras firmando compromisos que no honrarán, a sus espaldas –y a veces con consentimiento-, sus huestes se roban o destruyen la propaganda de sus contendientes. Otros, que son autoridad, se aprovechan poniendo a disposición de sus candidatos el aparato estatal en un afán malévolo por sacar ventaja a los demás postulantes que hacen campaña con la suya.
Si esa es la realidad y se persiste en la guerra sucia, el uso de encuestas falsas, la calumnia y el insulto, entonces esta campaña no será diferente a las anteriores que, lamentablemente, se caracterizaron por el cinismo, la mentira y nula cultura política.
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