A casi 80 días de la inusual elección presidencial en época de pandemia, el “voto no convencido” supera al “voto convencido”, este último, ya sea por fidelidad a reminiscencias del pasado reciente o a simple atracción personal del candidato.
El caso es que en los últimos veinte años, la estructura lógica electoral del votante peruano se decantaba por el “mal menor”. Así sucedió con la elección de Fujimori, García, Toledo, Humala y Kuczynski.
En esa lógica no interesaba ni ahora interesa y ni siquiera los electores leen los planes de gobierno. Era el voto impulsado por la comunicación medial llamando a votar por el “mal menor”, para que el Perú siga creciendo económicamente.
En la lógica actual los votantes parten de “casi todos los candidatos son malos conductualmente con investigaciones por corrupción”, entonces “votemos por el malo” (no el menos malo), pero limpio de investigaciones fiscales por corrupción”.
El adjetivo malo que uso, tiene que ver con la maldad desde el punto de vista moral o si se quiere, hombres o mujeres que no se comportan en su vida personal o pública como debe ser, de acuerdo a las leyes y a las buenas costumbres.
De allí me surge la pregunta ¿por qué en el Perú es tan difícil ser buen político conductualmente y ser un buen Presidente? En la respuesta están las gestiones públicas nefastas de todos los Presidentes de los últimos 20 años, a excepción del Sr. Paniagua que fue un virtuoso de calidad humana.
Es en esa lógica del votante peruano, que hasta ahora se prefiere votar por el ex arquero íntimo, aún a sabiendas de que es malo en calidad formativa, pero se le percibe como honrado por no tener investigaciones fiscales de corrupción, que desdibujen su figura juvenil de adonis.
Si el ex arquero o sus hacedores son inteligentes, debieran saber que un equipo de futbol se consolida de atrás hacia adelante y quién mejor que él sabe, que como arquero tiene que evitar en estos 80 días los goles de sus rivales enardecidos o los autogoles que su propia defensa le propicie; si pretende pasar a la gran final de la segunda vuelta, con un contendor o contendora para que dispute ya no el campeonato con el equipo de sus amores descendido y vuelva a la Liga 1; sino la Presidencia de la República de este Perú ávido de tener un Presidente conductualmente sano, aunque sea malo en calidad formativa.