Vemos un ambiente electorero raro, sucio, contubernios y mezclas de agua con aceite; maridajes imposibles entre “novios y novias” con incompatibilidad no sólo de caracteres sino, sobre todo, de intereses y porcentajes; coqueterías partidarias hasta prostituirse y aliarse con quién promete pagar más comisiones congresales, ministerios, licitaciones, empleos para partidarios y pago con intereses para los financistas de la campaña.
Para poder votar bien necesitamos botar la basura que enrarece nuestra frágil democracia; iniciar una profunda limpieza de la política; barrer con las ideologías inhumanas, materialistas de izquierda y derecha; planteamientos trasnochados e inmorales que reclaman tolerancia pero que al mismo tiempo muestran actitudes iconoclastas; gente afín al relativismo pero con posturas y actitudes absolutistas, cerradas e intolerantes que queman iglesias, denostan y se mofan de los valores de quienes no comulgan con ellos y buscan imponer sus “ideas” y falsos principios con un dogmatismo muchísimo más radical que el critican a las religiones. El campo está minado, lleno de fango y basura y, en esas condiciones no habrá una buena contienda y triunfará aquel que está acostumbrado a la suciedad.
“Votar de tal manera que podamos botar” del escenario nacional a todos aquellos partidos con conocido “prontuario” de corrupción con líderes encarcelados, suicidados, fugados, lideresas en prisión preventiva y aliad@s de la plutocracia que promueven y defienden la inmunidad parlamentaria; o, aquellos mercachifles que fungen de defensores de los pobres y la justicia social pero no son más que aventurer@s que se aprovechan de la pobreza de la gente y se infiltran en los gremios de trabajadores para venderles el sueño de un paraíso terrenal que nunca llega, solo interesa llegar al poder. “Prometer, prometer hasta meter; y una vez metido, a la “m” lo prometido”, así son.
A la hora de votar, botar a los tristemente célebres personajillos de nuestra pestilente clase política; estar atentos porque suelen esconderse bajo el techo de alguna tienda más remendada y fea que Frankenstein, gente ya fracasada, aventureros rapaces, oportunistas y tránsfugas de profesión que han visto en la política un trampolín al enriquecimiento ilícito al amparo de la inmunidad por obra y gracia de desmemoriados y descriteriados peruanos. “Chapa tu candidato tramposo y quítale su careta”; el Perú merece una decisión responsable ahora.