Lo dice Vicente Fernández en su cantada, y como decimos en México: “El ojalá es de hojalateros…”. Nos tiene que ir bien y bonito, y con respecto al que se acaben tus penas, hay que hacer un parón no tan largo para entenderlas. Son como las intrusas de la vida, por eso hay que saberlas administrarlas, dirigirlas y gobernarlas como buenos directivos; de lo contrario, se convertirían en potros desbocados, que no se sabría por dónde irían…, y esto si es motivo de preocupación, por las consecuencias que traen. Mejor es tratarlas con la alegría del ritmo flamenco de Lola Flores. ¡Ay, pena, penita, pena, pena, pena de mi corazón…! Las contrariedades son nuestras buenas amigas y muchas veces compañeras de viaje.
Con ciertas dosis de audacia, arrancadas de la experiencia de vida, plantearé unos modos para hacer de la vida, una mezcla de buenos momentos, porque así está construida y así, vale la pena vivirla.
-Hay que tener, sin proponérnoslo, una capacidad de diálogo fácil y a la vez profundo, con noble presencia, con afabilidad de rostro, con mirada cálida e inteligente, y con una acogida llena de sencillez con todos. Recordemos que la madurez en una persona se manifiesta – como bien lo comentaba Albert Einstein-, cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por los demás que por nosotros mismos.
-Ante cualquier circunstancia adversa, serenidad, ante todo, para pensar alto, sentir hondo y hablar claro.
-Que no te de coraje, menos tristezas, el comportamiento de algunas personas. No pierdas la tranquilidad. El “enemigo” quiere verte inquieta, desesperada. La rabia, la furia, el rencor, la cólera, hacen daño a la salud, perjudica el hígado y envenena el corazón… Recuerda lo que Vicentico cantaba, “los caminos de la vida, no son como yo pensaba, como los imaginaba, no son como yo creía…” Hay que tener la mente práctica, llena de amor, alegría, esperanza, perdón y gratitud. Este es el mejor kit de medicinas para el cuerpo y para el alma en esta pinche pandemia.