Viendo de cerca el tablero de potenciales precandidatos a la presidencia, vemos que no hay aspectos políticos interesantes: por ejemplo, hay fuertes personalidades que corresponderían a la derecha liberal; también veremos expresiones de odio de parte de algunos sectores radicales y, por supuesto, veremos a las izquierdas -no lograron unirse en una sola propuesta- intentando obtener protagonismo enarbolando una bandera de lucha contra la pandemia que en algún momento todos los partidos han agitado, lo cual quita originalidad y vigor a la exigencia.
Es necesario que los ciudadanos estemos informados de lo que ocurre en nuestro acontecer político mediato e inmediato. De esa manera evitaremos ser embaucados por falsos caudillos que desde el Congreso han hecho de las crisis sus puntos de partida y su único programa.
¿Qué necesita nuestro país? Volver a crecer, generar riquezas, incluir a toda la ciudadanía trabajadora en la formalidad y lograr que la calidad de vida y el desarrollo, así como el acceso a los servicios básicos, estén garantizados. ¿Qué candidato ofrece estas cosas? ¿Quién nos da confianza de que lo hará?
Estas preguntas se responden con educación cívica, la única manera de que la población pueda discernir con sabiduría; lamentablemente, es probable que se esté creando una nueva generación de desorientados políticos pues este año, un año crucial para muchos estudiantes, ha caído en el tacho de la historia. El Ministerio de Educación fracasó en su intento de educar a distancia, en casa, porque somos un país que nunca está preparado para las crisis educativas. Nunca importaron a los burócratas de aquí y allá esos 220 mil niños en extrema pobreza que tienen derecho a estudiar y a convertirse en futuros votantes conscientes.
Nosotros, los de este tiempo, que estamos en mejores condiciones de comprensión, hagamos un acto heroico por la educación, por el crecimiento, por el desarrollo, por las futuras generaciones: votemos bien, votemos por el progreso, estudiemos a los candidatos, informémonos del significado de sus propuestas, veamos más allá y analicemos las consecuencias. Seamos responsables al momento de legar nuestra voluntad, nuestra voz a terceros.