La izquierda tiene tendría que ver con la radicalización del concepto de igualdad ante la ley, la defensa de los derechos humanos y la promoción de la estabilidad como gran concepto. Es decir, estabilidad del empleo, estabilidad para las inversiones, reglas claras para la práctica sana y prudente de la política, etcétera. Algo más cercano a un hipotético centro y definitivamente lejano del violentismo, el terrorismo y el dogmatismo que envenena la posibilidad de una convivencia libre y responsable.
Esta reflexión introductoria viene a propósito de la muerte del exdiputado e ideólogo trotskista Hugo Blanco. Su fallecimiento, ocurrido en Suecia a los 88 años, ha despertado el natural dolor de la izquierda peruana y no está de más decir que un importante sector de ella cree aún en la viabilidad de los métodos violentos de quien fue también un joven guerrillero, perpetrador de algunas acciones de las que difícilmente podría enorgullecerse un demócrata. Se supone que la etapa “política” de Hugo Blanco y su participación en la Asamblea Constituyente de 1978 significaban su ruptura con el violentismo, pero para un sector de sus seguidores ese proceder parece ser una consigna.
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No vamos a analizar el rol de Blanco Galdós como diputado o constituyente porque creemos que la prensa de izquierda basta para semejante labor; como demócratas sin mayores adjetivos creemos que fue un personaje importante, pero no un modelo a imitar si tomamos en cuenta que la construcción de un país con instituciones fuertes no puede lograrse arrebatando vidas ni creando miseria, sino generando opciones de prosperidad y estabilidad para la sociedad entera. Creemos que es nuestro deber recordar los claroscuros de los personajes de nuestra historia pasada y reciente para tomar de ellos ejemplos constructivos y denunciar y desechar el odio como instrumento político. Desconciertan los homenajes carentes de crítica que en un importante sector de la sociedad se hacen a ciertos homenajes, convirtiendo en heroísmo lo que en otras circunstancias sería vergonzoso.
Necesitamos quizás algunas décadas más de esclarecimiento histórico para poner en su verdadero lugar a ciertos “héroes populares”. La educación debería ser el antídoto contra el fanatismo. Debería.
