Es denigrante para la institución que el máximo jefe de la PNP, Raúl Alfaro, haya estado involucrado en los pagos para los ascensos policiales; y más humillante aún, que estableciera vínculos amicales estrechos con aliados “extranjeros” (sospechosos de tráfico de tierras) para una misión que hubiera puesto al país y la democracia en riesgo: crear un sistema de contra inteligencia paralela a la Dini para interceptar llamadas y espiar a líderes políticos y empresarios, al estilo Vladimiro Montesinos.
La Fiscalía, que sigue las andanzas de algunos jefes policiales que juraron lealtad a Pedro Castillo -aún a costa actos delictivos-, halló pruebas suficientes de los vínculos y acciones de estos efectivos, cuyas casas fueron allanadas esta semana. Pero preocupa el nivel de bajeza al que se ha sometido a esta institución encargada de velar por la seguridad de los peruanos.
Alfaro no es el único que ha denigrado a la Policía. Hay otros más que la Fiscalía debería echarles el guante, pero lo más importantes es que esta institución se someta a una reestructuración total para que sea honrosamente eficiente y capaz de combatir la inseguridad y la delincuencia, como lo exigen los peruanos.
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