He visto indignado, frustrado e impotente esas imágenes del río Piura arrasando maquinaria y los millones invertidos en las famosas defensas ribereñas; he querido culpar al gobernador, a los alcaldes de ambas riberas, a la ARCC, etc., pero creo que la culpa es nuestra, de todos los piuranos por esa incapacidad y desidia inveterada que se ha convertido en un lastre, en nuestra característica vergonzosa, en esa mala fama de ciudadanos amorfos, apáticos, lentos, expertos criticones pero penosamente pasivos, indolentes, ocupado cada uno en lo suyo y una escasa o nula sensibilidad social, casi nada de amor verdadero por la región, una ciudad de Piura fea y sucia, tierra de nadie, a merced de los mercaderes y mercenarios de una Reconstrucción sin cambios.
Ningún líder, ningún movimiento, ningún político, ningún colectivo capaz de lograr que se nos respete; piuranos incapaces de expulsar del GORE y municipios a los delincuentes de siempre, traficantes y leguleyos que vienen aprovechándose de los contratos y generando vacíos legales para después introducir adendas, arbitrajes, ampliación de los montos, retraso de las obras, obras sin supervisión, etc., cuánta indignación.
Piura no es para nada “la matrona que besa los mares” y más bien sigue siendo la ñusta o la “cholita” sometida y escondida dormitando debajo de los algarrobos; una Piura que duele y que se engaña con gastronomías y sombreros o se regodea con el Caballero de los mares, una Piura que añora y pondera la grandeza de su pasado pero es incapaz de encarar su presente; una romántica Piura que canta la galanura y belleza de sus mujeres pero que al mismo tiempo las somete y agrede; una Piura que no educa a su niños y jóvenes sino que más bien los arroja a la mediocridad, la molicie y a la modorra.
Duele esa Piura sueña “el recuerdo eterno de los años bellos de la juventud” pero que no ha crecido, no ha madurado y vive un romanticismo inmaduro e irresponsable y sin futuro. Siglos de inundaciones, siglos desperdiciando el agua que Dios nos da en abundancia, siglos de incapacidad y malas autoridades, siglos de corrupción, siglos del pecado del atraso e irresponsabilidad.
Pero ya no es tiempo de acusar a las autoridades, es tiempo de sacarlas de Piura y de la función pública; tiempo de actuar, tiempo de compromiso; pero: ¿Quién convoca? He ahí el reto, hagamos historia, tengamos un poco de vergüenza, ¿Quién dijo yo? ¿Alguien defiende al pueblo? ¡No se oye padre!