El viernes 3 de octubre, Hamás sorprendió con su respuesta al plan de paz impulsado por Donald Trump, quien presentó una propuesta de 20 puntos para poner fin a la guerra en Gaza. Entre sus principales exigencias estaban la liberación de todos los rehenes, la entrega de armas por parte del grupo islamista y el traspaso del poder a un Gobierno de transición conformado por tecnócratas, bajo supervisión de una junta internacional presidida por el propio Trump.
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Aunque el plan no precisa cómo se concretaría la retirada de las tropas israelíes de Gaza tras dos años de conflicto, Hamás no lo rechazó de plano. Aceptó parcialmente algunos puntos y se mostró dispuesto a negociar, generando expectativa mundial.
El grupo islamista anunció que está dispuesto a liberar a todos los rehenes israelíes, tanto vivos como muertos, y expresó “su disposición inmediata a entrar en negociaciones a través de los mediadores para discutir los detalles”. Este gesto, considerado clave, podría abrir la puerta a frenar la ofensiva israelí sobre la Ciudad de Gaza, donde permanecen cerca de 300 000 palestinos atrapados.
Analistas señalan que, aunque no se trata de una aceptación total del plan, Hamás intenta ganar espacio político en medio de su debilitamiento militar y social. El movimiento anunció también su disposición a entregar el Gobierno de Gaza a una autoridad palestina de independientes apoyada por países árabes e islámicos. Sin embargo, evitó pronunciarse sobre un eventual desarme o sobre la supervisión internacional de la Franja, dejando importantes vacíos en su postura.
Desde Washington, Trump reaccionó eufórico y saludó la respuesta de Hamás, mientras que el Gobierno de Israel adelantó que ya trabaja en la aplicación de la primera fase del plan, centrada en la liberación de rehenes. Expertos señalan que tanto Israel como Estados Unidos enfrentan un desgaste de imagen internacional, lo que podría explicar su premura en mostrar avances hacia un acuerdo.
La presión internacional y regional también pesa: Israel enfrenta acusaciones de genocidio, aislamiento diplomático y tensiones con aliados árabes como Jordania, Egipto y Qatar, este último mediador clave en las negociaciones.
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Para los especialistas, la liberación de los rehenes se ha convertido en la carta principal tanto para Hamás como para Netanyahu. Para el grupo islamista, representa la posibilidad de negociar concesiones; para el primer ministro israelí, es quizás la última oportunidad de responder a las exigencias de la sociedad israelí tras dos años de guerra y más de 66 000 muertos en Gaza.
De momento, Hamás ha devuelto la iniciativa a Trump y Netanyahu, quienes deberán decidir si avanzan en un acuerdo que podría marcar un punto de inflexión en el conflicto o si los vacíos de la propuesta terminan hundiéndola en medio de la desconfianza y la presión internacional.











