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El Papa León XIV: Nadie se perderá, porque el amor de Dios alcanza a todos

noviembre 2, 2025
Autor: SEO El Tiempo

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En el marco de la Conmemoración de todos los fieles difuntos, el Papa León XIV ofreció un mensaje profundamente esperanzador desde la Plaza de San Pedro. En su reflexión, subrayó que el corazón del Evangelio se encuentra en la certeza de que “nadie se pierde para siempre, porque la voluntad de Dios es que todos tengan vida”.

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La voluntad de Dios: que nadie se pierda

Durante su alocución, León XIV citó el Evangelio de san Juan (Jn 6,39): “La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día”. Con este pasaje, el Pontífice recordó que el mensaje cristiano es, ante todo, una proclamación de vida. “La preocupación profunda de Dios por cada ser humano —dijo— es que todos encuentren su lugar en la plenitud del amor divino”.

El Papa explicó que esta promesa no es una idea abstracta, sino una verdad que atraviesa la existencia humana. “El núcleo de la preocupación de Dios está claro: que nadie se pierda para siempre, que cada uno tenga su lugar y resplandezca en su unicidad”, expresó. De esta manera, invitó a los fieles a comprender la fe no como un temor al juicio, sino como una confianza radical en la misericordia de Dios.

Una comunión que abraza todas las diferencias

El Pontífice relacionó la Fiesta de Todos los Santos, celebrada un día antes, con la Conmemoración de los Difuntos, explicando que ambas festividades son dos dimensiones de una misma realidad: la comunión universal del amor de Dios. “Ambas celebraciones nos recuerdan que formamos parte de un mismo cuerpo —dijo—, donde los que han partido y los que seguimos caminando estamos unidos en la esperanza de la vida eterna”.

Durante el Ángelus, el Papa reflexionó sobre el deseo humano de plenitud, una búsqueda que, según él, está inscrita en el corazón de toda persona. “El anhelo de participar en la vida divina se manifiesta en nuestra necesidad de ser reconocidos, amados y comprendidos”, sostuvo. Y recordó las palabras del Papa Benedicto XVI: “La expresión ‘vida eterna’ trata de dar un nombre a esta espera irreprimible: no es un continuo sucederse de días sin fin, sino el sumergirse en el océano infinito del amor, en el que el tiempo, el antes y el después ya no existen más”.

Para León XIV, esa comunión es el horizonte al que está llamado todo ser humano: “Una plenitud de vida y de felicidad —afirmó— es lo que esperamos y aguardamos de nuestro estar con Cristo”.

Memoria y esperanza ante la muerte

El Papa dedicó parte de su mensaje a reflexionar sobre la memoria de los difuntos. Señaló que el recuerdo de quienes han partido no debe entenderse como un gesto de nostalgia, sino como un acto de fe y esperanza. “Sin la memoria viva de Jesús —advirtió—, cada vida corre el riesgo del olvido; pero en Él, incluso quien no tiene quien lo recuerde conserva su infinita dignidad”.

Citó además el pasaje del libro de los Hechos de los Apóstoles: “Jesús, la piedra que los constructores rechazaron, es ahora la piedra angular” (Hch 4,11). A partir de esta afirmación, el Papa destacó el carácter pascual de la esperanza cristiana. “Por esta razón, los cristianos recuerdan desde siempre a los difuntos en cada Eucaristía —explicó—, porque el amor vence a la muerte y transforma toda pérdida en promesa de vida”.

En esa misma línea, insistió en que el mensaje de la Resurrección no es una teoría, sino una experiencia que se renueva en cada acto de fe. “Desde aquel anuncio —recordó— surge la esperanza de que nadie se perderá”.

La voz que viene del futuro

En la parte final de su intervención, León XIV invitó a los fieles a vivir la visita a los cementerios no como un momento de melancolía, sino como una afirmación de fe. “Cuando profesamos: ‘Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro’, no repetimos una fórmula vacía, sino que proclamamos la victoria de la vida sobre la muerte”, afirmó.

El Papa explicó que esta esperanza cristiana se alimenta de una certeza: Jesús nos llama por nuestro nombre y nos prepara un lugar donde el amor es más fuerte que la muerte. “No vivimos encerrados en el pasado ni en el presente —dijo—, sino abiertos al futuro que Dios nos promete”.

Asimismo, recordó que cada gesto de amor, por pequeño que sea, tiene un eco eterno. “Nada de lo que nace del amor se pierde —afirmó—. En Dios, incluso las lágrimas son recogidas y transformadas en luz”.

Una fe que transforma el duelo

Durante el rezo, el Pontífice destacó el valor del duelo vivido desde la fe. Explicó que llorar por los difuntos no es una falta de esperanza, sino una expresión de amor. “Jesús mismo lloró ante la tumba de su amigo Lázaro —recordó—. El dolor por la ausencia es parte del amor, pero la fe nos enseña que la última palabra no es la muerte, sino la vida”.

El Papa instó a los creyentes a mirar el más allá no con temor, sino con confianza. “El cristiano no teme a la muerte, porque sabe que allí donde parece terminar todo, comienza la verdadera vida”. En esa misma línea, animó a los fieles a vivir cada día con la mirada puesta en el futuro de Dios, “donde toda herida será sanada y toda lágrima, enjugada”.

María, modelo de esperanza

Antes de concluir el Ángelus, León XIV encomendó a los fieles a la Virgen María, a quien llamó “mujer del Sábado Santo”. “Ella —dijo— supo esperar cuando todo parecía perdido, cuando la oscuridad parecía triunfar. Que María nos enseñe a seguir esperando incluso cuando el horizonte se oscurece”.

Con un tono profundamente humano, el Papa cerró su mensaje recordando que la fe no anula el dolor, pero lo transforma. “La esperanza cristiana —afirmó— no es una ilusión, sino la certeza de que Dios nos espera y nos ama sin medida”.

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