Casi una decena de fallecidos, propiedad pública y privada destruida y cuantiosos heridos en las protestas contra Dina Boluarte y por el adelanto de elecciones habrían provocado, en circunstancias más normales, la caída de un par de ministros o del gabinete en conjunto.
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Si algo salva al gobierno de Boluarte de ver el prematuro fin de su primer gabinete, es el hecho de saberse un “gobierno transitorio”, de presentarse como tal y de intentar desde una posición autolimitada a funciones esenciales.
El Congreso y un sector de la política y los opinólogos le han dado su respaldo a pesar de que en las calles la cosa parece muy distinta cuando no completamente opuesta.
Pero Boluarte no puede abusar de su condición de presidenta de tránsito. Tiene que hacer algo con ese Perú que la rechaza y que marcha por diversos motivos -incluso por la libertad del expresidente en prisión Pedro Castillo- coincidiendo, como tema de fondo, en el hartazgo bicentenario que nuestras instituciones alimentan cuando no se da voz en igualdad de condiciones a todos los peruanos.
Dina Boluarte debe intentar el diálogo antes de ver su breve gestión manchada con la sangre de los manifestantes. ¿Cuántos desea en su conteo la presidenta? ¿Pretende superar a Alan García, Humala, Merino y Sagasti en este conteo absurdo que en nada favorece a la institucionalidad y la gobernabilidad?
Un país serio respalda a sus instituciones, sus símbolos y sus fuerzas encargadas de mantener la cohesión y la identificación colectiva. Pero Dina Boluarte, a pesar de que sus primeros pasos fueron acertados, ahora da muestras de no saber muy bien dónde se encuentra.
Es normal que el crecimiento exponencial de las fuerzas en rebeldía asuste a la casta política, pero no es normal que hayan pasado tantos días y la postura del Ejecutivo sea la misma. ¿Hasta dónde se pretende llegar?
Cuando pedimos a la presidenta una solución, evidentemente no decimos que las nuevas elecciones se hagan conforme lo dictan las turbas, o que Castillo -uno de los irresponsables azuzadores de la violencia- sea liberado.
Las reformas políticas deben ser frutos del examen racional, del debate público a través de los voceros escogidos por la sociedad, y debe ser comunicadas con claridad a la nación. Cuidado con incrementar la represión.
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