El Banco Central de Reserva (BCR) ha adelantado que los indicadores de los últimos dos meses de este año muestran los primeros pasos hacia una recuperación económica. Digamos que la recesión admitida meses atrás empezaría a ser superada.
Lo anunciado coincide en parte con las expectativas de Moody’s sobre el rumbo de la economía para los siguientes meses. Más aún, la calificadora de riesgo sostiene que para febrero ya habremos superado el bache económico, aunque quedan por delante los retos de El Niño y, como siempre, el efecto aún no calculado de la inestabilidad política. Lo que la historia reciente nos demuestra es que no hay economía e inversiones seguras en un país donde el orden está a cargo de simulacros de instituciones.
Si el Perú está experimentando mejoras, lo más razonable es que nuestra corporación política -rechazamos el término “clase política” por su inexactitud ya que los políticos no constituyen en sí una categoría social diferente, sino una comunión de intereses transitorios- contribuya a ese esfuerzo dotando al país de seguridad institucional y jurídica, no bajándose con leguleyadas a la Junta Nacional de Justicia haciendo del escaño una trinchera de insinceros intereses, o destruyendo la legitimidad electoral tirando a la basura las PASO, evidenciando que muchos parlamentarios responden al tronar de dedos de los capos y “empresarios” de la política.
El mundo de nuestros días carece de estabilidad. Cada dos horas estalla una nueva guerra tan destructiva y absurda como cualquiera. Los precios de los alimentos y los productos de exportación de primera necesidad se convierten, como la pimienta del siglo XVI, en artículos de lujo. Sudamérica, cuyas naciones solo pelan los dientes pero no se atacan entre sí hace decenios, son víctimas colaterales de las guerras de Europa y Asia y por eso necesitamos construir países pacíficos, con solidez gubernamental y constituciones no reñidas con el progreso ni la razón, no levantadas sobre prejuicios ideológicos, sino con claridad jurídica suficiente para representar y proteger los derechos y deberes de cada ciudadano.
Entonces, a diferencia de la crispada Europa y la maltrecha Asia, podríamos ser ese escenario conjunto de un nuevo milagro económico, un destino para quienes buscan construir.
