El Ejecutivo ha gastado casi un millón de soles en los viajes de Dina Boluarte. Digamos que, en el universo de gastos del Gobierno, dicho millón no parece ser demasiado. ¿Por qué sería tan grave?
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Naturalmente, el problema no es la cifra, sino que la política, como el teatro y todas las artes que implican convencer al auditorio de que una ficción es verdad, es una suma de gestos, una sistematización de muecas. La presidenta Dina Boluarte ha preferido no darle la cara a la ciudadanía, ha preferido viajar en repetidas ocasiones, incluso sin haber sido invitada y sin haber cosechado alguna esperanza para esta alicaída república. ¿No se vistió de beata para mendigarle una entrevista al papa Francisco y apenas consiguió tomarse una foto para Instagram? ¿No pataleó para que el Congreso la deje subirse al avión y volar hasta Nueva York donde no consiguió reunirse ni con el chambelán de Biden? ¿A qué estamos jugando? ¿Por qué se empeña la presidenta en huir?
El otro problema es que, mientras Boluarte juega a las escondidas con escalas, el país se deshace en protestas. Parecería claro que la mandataria -quien asumió el poder luego del desastre dejado por el recluso Castillo, con la promesa y la esperanza de hacer viable el país con miras a las próximas elecciones- no sabe qué hacer con la tremenda responsabilidad de gobernar y, en la práctica, ha dejado el país en manos del premier Otárola, una persona incapaz de establecer consensos con otras fuerzas políticas, que no parezcan tramas oscuras.
A la explicación psicológica -Dina Boluarte evade la realidad usando los instrumentos que el poder le ha suministrado- se suma otra que nos mostraría hasta qué punto nuestros políticos han perdido toda la fuerza con que solo un par de años antes mentían a la ciudadanía, y prefieren mentir donde la contestación del pueblo no los alcance: en el extranjero, en los mismos espacios donde Maduro podría ser tomado por un virtuoso demócrata y donde los extremistas de cualquier color son compadecidos y cobijados, Dina Boluarte pronuncia discursos en los que el 99% de los peruanos están asegurados y toda las críticas a su gestión se reducen a una incomprensible campaña de desprestigio. ¿Cómo vamos a desconfiar de Dina, por Dios, cómo se la va a tratar así?
Así no llegamos al 2026.
