La muerte del mayor genocida de la historia peruana, Abimael Guzmán, debe unir y no dividir a los ciudadanos. Los peruanos no debemos olvidar que con la ‘captura del siglo’, el país derrotó a Sendero Luminoso con las armas de la democracia.
Al poner tras las rejas a su cabecilla sin disparar un solo tiro, el país se convirtió en ejemplo a seguir para el mundo, en la lucha contra el terrorismo.
El autodenominado presidente Gonzalo, quien pretendía llegar al gobierno sembrando miedo, muerte y destrucción, de repente fue apresado, procesado y sentenciado a cadena perpetua para pagar por todos sus crímenes, como debe ser en todo país democrático. Precisamente por ello, ahora que ha fallecido es un sinsentido demorar tanto la autorización para su incineración. Ayer cumplió cinco días en la Morgue, sin que las autoridades competentes tomen una decisión.
Tal como indica el procurador general del Estado, Daniel Soria Luján, en su demanda presentada ayer, «corresponde al juez o jueza de turno de la Corte Superior de Justicia de Lima ordenar la cremación y traslado del cuerpo de manera reservada a un cinerario público común, en resguardo del orden constitucional”.
Si bien existe un vacío legal sobre qué hacer cuando muere un genocida, debe prevalecer el orden y la seguridad del país. El Perú ya tiene bastantes obstáculos que superar como la inestabilidad política, económica y la variante Delta que obliga a agilizar la vacunación y fortalecer el sistema de salud, como para enfrascarse en una absurda polarización por los restos de un cabecilla asesino.
Así como es cuestionable que algunas autoridades y “opinólogos” pretendan usar políticamente el tema de Guzmán llevando agua para su molino, también lo es que cinco días después del fallecimiento del derrotado Guzmán, el presidente Castillo no se haya pronunciado oficialmente para calmar al país y generar confianza.
Debe hacerlo cuanto antes, deslindar tanto de la banda criminal llamada Sendero Luminos como de su órgano de fachada llamadao Movadef. El país espera que el presidente diga de qué lado está no solo con palabras sino con hechos. A no ser que tenga temor de que la prensa o sus críticos le pregunten por qué algunos de sus ministros investigados por posibles vínculos con el terrrosimo o por apología al senderismo, sigan en el gabinete.