Se equivoca don Vladimir Cerrón si cree que el ruido internacional causado por el otro Vladímir, responsable de la guerra fratricida en Ucrania, le servirá de cortina de humo para que los peruanos se olviden del desastre al que el actual gobierno (su alfil Pedro Castillo) está llevando al país.

Los demócratas jamás ovidaremos el desmantelamiento del sector salud promovido desde el partido del lápiz y el plan para minar nuestra precaria democracia, coactando sistemáticamente la libertad de expresión. Ya no más.

Solo es cuestión de tiempo para que la sociedad peruana, dolida hasta el hartazgo por el clima de confrontación y crisis permanente promovida por este régimen, reaccione y exija rendir cuentas por sus actos a quienes -como ha dicho el exministro Avelino Guillén- se llenan la boca invocando al pueblo pero no tienen el más mínimo respeto por el pueblo.

Cuando ya no pueda escapar de la fiscalización de la prensa a la que se da el lujo de llamarla “un chiste”, cuando ya no pueda sancionar o premiar a los medios direccionando la publicidad estatal o protegiéndose de los periodistas incómodos al correr a refugiarse detrás de las botas policiales, Pedro Castillo tendrá que responder al país por empujar el sistema de salud al precipicio.

Burlarse de los médicos y del personal de salud al que le ha costado muchas vidas batallar contra la COVID-19, bajarle la moral a los cientos de héroes anónimos que se han fajado por lograr que avance exitosamente la vacunación, descabezando la Dirección Nacional de Inmunizaciones al obligar a su jefa a renunciar; y en fin el hecho mismo de poner el Ministerio de Salud en manos de un impresentable “doctor aguita” justo cuando millones de escolares necesitan vacunarse lo antes posible para poder volver a clases; todo esto le pasarán una altísima factura al país.

Si en los próximos días a pesar de todo el Congreso cómplice no censura a este y los otros ministros blindados por Cerrón, y termina dándole la confianza -la suerte parece estar echada-, Castillo y los lobos que lo rodean desde las sombras o ante cámaras, tarde o temprando terminarán haciéndolo enredar en su propia telaraña.

Quienes, por ahora lo salvarán de la vacancia con sus votos congresales, ¿le dirián que, sin legitimidad, su permanencia en el poder sigue en riesgo porque se avecinan peores crisis?

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