Si más de dos años de lucha contra la pandemia han causado inevitables impactos como constante temor al contagio o angustia por la aparición de nuevas variantes; la crisis política y económica permanente así como el descubrimiento de casos de corrupción que no son sancionados, no solo afectan la institucionalidad del país sino también la salud mental de los ciudadanos.
La incertidumbre de no saber cuándo bajarán los precios de la canasta básica familiar, más aún la prolongación del riesgo de perder el empleo o la certidumbre de que muchas instituciones públicas son más ineficientes que antes, incrementan el riesgo de caer en un estado de indiferencia o ansiedad permanente, con las graves consecuencias que ello implica.
Nunca como en estos tiempos de crisis es sumamente necesario que los ciudadanos no pierdan su capacidad de indignación ante la corrupción en diversos niveles del Gobierno. Lo menos que necesita el país en este momento es que su gente normalice lo irregular y hasta lo ilegal, que acepte y hasta celebre que se puede violar y hasta coimear y después postular a cargos públicos y dar discurso en contra del maltrato a las mujeres o niños o contra la delincuencia.
La pregunta del millón es: ¿Cómo evitamos que este deterioro de los valores y de las normas se agrave, como parece ser el propósito de algunos cuestionados personajes del Estado o de la política?
Urge un análisis colectivo del problema y medidas preventivas por parte de cada individuo. Los especialistas opinan que si de lo que se trata es de evitar la desesperanza y la sensación de que cualquier cosa que hagamos no solucionará nada; es clave el rol de la propia sociedad, por ejemplo las organizaciones de la sociedad civil, la familia, los amigos, para recuperar la unidad, el optimismo y la confianza en un mejor futuro.
Dentro de las empresas y familias se puede establecer mecanismos de comunicación con información oportuna, clara y positiva, que una en lugar de dividir.
Mucho se habla de que la solución al entrampamiento del país y la salida ordenada a la crisis vendrá de la sociedad civil organizada. Ello no será posible, sin embargo, si no se toman medidas para poner fin al conformismo, adormecimiento e inacción total de la población.
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