La cuarta ola ha asustado a las autoridades más que a los ciudadanos, así que podemos suponer que el cierre de discotecas y fiestas no será bien recibido por nadie.
Las restricciones del Minsa, en vez de ser acatadas dócilmente, serán motivo de reuniones clandestinas en todo el país. Experiencia ya tenemos con esto de las prohibiciones: en un país en el que impera la informalidad, políticas de este tipo caminan al fracaso.
Da la impresión de que se ha perdido tiempo valioso en el impulso a la vacunación -que es, a la fecha, la mejor protección contra la COVID-19-; no se ha hecho una campaña de información visible, los vacunadores en Piura se solean al mediodía mientras la gente pasa indiferente.
¿Alguien le ha dicho a esas personas, a los transeúntes, que es necesario protegerse con una simple y rápida inoculación? ¿Para qué usa sus redes sociales la Diresa o el Minsa? Peor aún, ¿cómo se ha pretendido llegar a la población adulta mayor?
A estas alturas, con los médicos y técnicos protegidos con tres dosis, se podría diseñar un plan de visitas casa por casa para vacunar. Si eso ya se hizo o no se puede hacer, esperamos las propuestas de las autoridades porque creemos, al igual que varios especialistas y representantes de la sociedad civil y gremios empresariales que jugar nuevamente a las prohibiciones traerá resultados lamentables.
Pero tomemos en cuenta algo: recordemos que Jorge López, el ministro de salud, es un representante de esa ala dura de Perú Libre; en otras palabras, fue un impuesto por ese grupo que, entre otras cosas, rechaza la ciencia.
¿Será que el titular del Minsa no impulsa la vacunación porque tampoco cree en sus efectos y es un escéptico como su antecesor, el del agua mágica? Habría que ver eso porque no puede dirigir la política sanitaria alguien que es capaz de poner en riesgo la salud de millones recurriendo a encierros y seudociencia. A estas alturas de la pandemia, las cuarentenas, al igual que la resistencia a la vacunación, son retóricas y acciones medievales, atrasadas y peligrosas.
Hay otro tema que debe considerarse antes de tomar decisiones extremas, como el cierre de locales de diversión: sus dueños y responsables han sufrido durante dos años el golpe económico. Es necesario que las autoridades sean empáticas con quienes buscan su recuperación.
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