Mientras la indignación de unos cuantos apunta hacia una imitación y el Ministerio del Interior hace del asunto de los secuestradores disfrazados de ronderos un tema de innecesaria polémica -es evidente el delito cometido en Cajamarca-; y mientras la primera dama guarda silencio y su hermana se hace humo; mientras Zamir Villaverde asegura ser víctima de reglaje y Castillo no sabe decirnos si el pollo está vivo o está muerto, la casta política consuma el peor daño a la educación nacional.
Ha quedado en evidencia que el Ejecutivo crea las cortinas de humo y que el Congreso las aprovecha para desmantelar el futuro del país.
Han sido 72 los congresistas que la noche del miércoles asestaron una puñalada trapera a la Superintendencia Nacional de Educación (Sunedu), una de las pocas entidades estatales que ofrecía la promesa de preservar la calidad educativa en medio de las decepciones y la corrupción a la que se nos ha querido acostumbra durante décadas.
¿Qué pasará ahora que los propios fiscalizados tendrán la potestad de nombrar a quienes los fiscalizarán? ¿Qué pasará ahora que el nuevo consejo directivo de la Sunedu será un cónclave genuflexo ante los intereses de los rectores y de los empresarios de la educación? ¿Cómo podemos estar tranquilos si cualquier día se le abrirá las puertas a aquellas “casas de estudios” conocidas por ofrecer formación mediocre y convertir sus títulos en mercancías?
Justamente en esta época en que es indiscutible la necesidad de reforzar la calidad educativa y moralizar las cátedras, viene un acto político a desmontar todo este esfuerzo.
Pero la educación siempre ha sido la última de las preocupaciones de la sociedad, salvo cuando ha representado la oportunidad de generar beneficios y renta. ¿Un país educado sería capaz de caer en el hoyo del caos político? ¿Un país ilustrado se habría resignado a votar por un individuo que representa en sí todos los males de la patria, o escoger entre una fila de sospechosos de corrupción? Definitivamente, una sociedad instruida habría dado la espalda a este destino que parece impuesto por un diablo enloquecido, y se habría esforzado en construir un país en serio, construido sobre la sólida base de la ley. ¿Habrá otra oportunidad para ponerle límites al lucro en la educación?
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