Cuando haya pasado toda esta pesadilla de miedos, contagios y muerte, (“no hay mal que dure cien años”), y podamos salir por fin a caminar o correr con libertad por caminos y parques sin ser detenidos, seguramente abundarán las reflexiones sobre la civilización que hemos creado y acerca de los cambios que necesitamos hacer si realmente queremos un mundo mejor.
Sin duda, con los más de 270.000 infectados infectados y 11.000 muertos en 172 países y otras profundas huellas que deja cada día a su paso el coronavirus, nuestras sociedad no será la misma antes y después de la pandemia. Tanto los países con los sistemas de salud más desarrollados del mundo como el nuestro, con uno de los más limitados,
veremos al final de este difícil túnel un después lleno de retos que tendremos que asumir ya, o las consecuencias serán peores de las que ya estamos sufriendo.
Tal vez una de las primeras ideas en las que insistirán muchos, sobre todo en Piura, será en la necesidad de aprender a prevenir. Y es que llevamos décadas perdiendo la batalla contra el dengue, anemia, diabetes, cáncer, hipertensión, etc. pero seguimos sin reaccionar. Ahora esta grave epidemia que camina con nosotros en Piura, nos trae la grave advertencia de que no solo urge dejar de ser indiferentes y exigir al Gobierno Nacional hasta lograr que haga realidad los hospitales de alta complejidad e invierta en mejoras reales a todo nuestro sistema de salud.
Cuando se evalúe el saldo doloroso del COVID-29 en Piura, la primera justificación que seguramente darán nuestras autoridades nacionales y regionales será que ni
los países con sistemas de salud más avanzados del mundo han podido evitar una epidemia tan sorpresiva y letal.
Cierto, pero ello nunca justificará que, a pesar de un mes de ventaja que nos dio China para prepararnos, no hayamos elaborado planes nacionales y regionales que eviten, por ejemplo, enviar a nuestros médicos prácticamente desarmados a enfrentar lo desconocido, y que empiecen a infectarse (como en el Centro de Salud de Bellavista, Sullana) en los primeros días de la cuarentena.
Con un mejor plan nacional, a lo mejor no tendríamos que estar cambiando ministros en plena epidemia, ni mandando a comprar pruebas recién cuando la epidemia llega
al nivel de propagación comunitaria.
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