Lo que exhibe con preocupación el candidato del lápiz es improvisación; indecisión en sus propuestas y una carencia preocupante de conocimientos elementales de economía, tan necesarios para entender el desarrollo y gobierno de un país. Aunque sus trolls salgan con las fauces abiertas a defenderlo, un candidato así, no merece confianza ni aprobación, salvo que el fanatismo y el odio “por los empresarios” ciegue a muchos.
Tras rehuir a los debates, y luego driblear cantinflescamente las preguntas sobre su equipo técnico, ahora Castillo sale con su “Plan 200”; copia fiel del “Plan 200” de Maduro. Mismo nombre y mismo objetivo en busca de maquillarse y parar avance de Keiko.
Lo preocupante es que en aras de llegar al poder, Castillo y su séquito de “acomedidos”, que han corrido en su ayuda, intentan disfrazar su verdadero plan estatista y totalitario por uno más “suave”, desdiciendo lo que pregonó con euforia durante su campaña. ¿Debemos creer que tiró al tacho las propuestas de Cerrón de una Constituyente, nacionalización y recorte de libertades? Habrá que ser ingenuo para pensar que se le apareció la virgen y lo convirtió en santo.
