Como bien señala Modigliani, el ciclo de vida de un individuo abarca desde su concepción hasta su muerte; y es hasta los 5 años que se puede fortalecer sus capacidades futuras. A eso se dedican sus padres, procurando brindarles protección, alimentación, educación y salud hasta que estén en edad de trabajar, para que en su jubilación dispongan de una pensión digna que les permita completar su ciclo de vida.
El problema es que nadie le asegura que tendrá acceso a un empleo satisfactorio y bien remunerado, debido a que en una economía de mercado como la nuestra, el trabajo es una mercancía más, sujeta a oferta y demanda en el sector privado a menos que consiga un puesto en el estado. La oferta depende de la población económicamente activa y de sus preferencias dadas las circunstancias que enfrenta, mientras que la demanda depende del valor que su trabajo aporte a la producción, comparado con el costo de su contratación, que incluye sueldos, vacaciones, seguro social, gratificaciones y estabilidad laboral.
De esta manera, el mercado de trabajo determina un salario de equilibrio, que como observó Keynes, puede que tampoco garantice el pleno empleo, debido a la inflexibilidad de precios, que da paso a desempleo estructural, donde es necesario un empujón a través del gasto público. Otra forma de intervención del estado es estableciendo un salario mínimo, dando lugar a un exceso de oferta de trabajo y al desempleo de los milenials, que siguen haciendo cola por un puesto, antes y después de la “Ley Pulpín” que los pretendió ayudar y que rechazaron de plano por recortar sus derechos.
En teoría, el problema se resolvería con un vigoroso aumento en la productividad del trabajo, fruto de la inversión de capital y nuevos conocimientos y con un aumento en el precio de los bienes producidos vía exportaciones, lo que aumentaría la demanda por trabajo. Aunque esto ha sucedido, los salarios no han aumentado, aunque si el empleo y la plusvalía de los empresarios, quedando mucho desempleo.
Desde el ejército de reserva de Marx, que utilizó la teoría del valor trabajo de Adam Smith, pasando por la oferta infinita de trabajo de Lewis, y la empresa de propiedad social de Vanek, y el aliento estatal a las mypes, que alientan el empleo informal, aún seguimos buscando la fórmula que nos permita decir a todos con orgullo: “Chamba es chamba”.
