La discusión sobre el aborto en casos de violación de menores de edad generalmente se centra en aspectos conceptuales: ¿Es el aborto la interrupción de un embarazo o es un asesinato? ¿Es el aborto la anulación de un ser humano no nacido o de un cúmulo de tejidos? ¿Es la vida humana recién a las 14 semanas (como sostiene la Corte de San José) o lo es desde la concepción? ¿Debe primar la vida de la niña o la del bebé?, basando la argumentación según la ideología o la creencia.
Considero que lo más importante, desde el punto de vista práctico, es centrarse en el análisis previo ¿Cómo evitamos que nuestras niñas sean violentadas? ¿Qué políticas pueden erradicar estos porcentajes de niñas y adolescentes violentadas en el plazo más corto posible? ¿Qué atención prioritaria debemos brindar?
Preguntas sin respuesta inmediata porque involucran cambios y compromisos necesarios a todo nivel, y que tienen que ver con la educación de las personas, el bienestar de la familia, el derecho de todos y cada uno de los peruanos a una vida digna, con penas severas para quienes infringen la ley, y que esperamos se concreticen pronto.
Y mientras, en el día a día, ¿qué haremos para afrontar el problema? ¿Cómo reconstruir la vida de una niña sometida a violación y a un embarazo? ¿Qué sería mejor? ¿Que pase la terrible experiencia del aborto o que el niño nazca y sea dado en adopción?
Yo defiendo las dos vidas y por no por ello considero que podemos obligar a una pequeña niña a asumir la crianza de un bebé para la que no está lista; es preciso indicar que los protocolos de adopción en Perú existen y funcionan con la discreción correspondiente, el Poder Judicial, el Inabif, las Beneficencias y las casas hogares de caridad lideradas por congregaciones religiosas diversas, cumplen un rol importante; al respecto, es posible legislar para optimizar procesos y tiempos, pero este es un tema que podemos ampliar posteriormente, primero lo primero, hay tarea pendiente.