Este sábado 7 de mayo, se declaró oficialmente beata a Agustina Rivas López, conocida como Aguchita, la religiosa misionera que murió a manos de Sendero Luminoso en 1990.
La celebración se realizó en el pequeño pueblo de La Florida (distrito de Perené, Chanchamayo), en plena selva peruana, en el mismo lugar donde los senderistas silenciaron su voz hace 31 años. La alegría del pueblo tomo protagonismo durante la mañana, pero, sobre todo, el recordatorio de que la violencia nunca triunfa.
El anuncio lo dio el mismo papa Francisco el 22 de mayo de 2021, cuando aprobó la beatificación de la religiosa profesa de la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor. Por motivos de la pandemia, la celebración tuvo que esperar.
Finalmente, este sábado se llevó a cabo la ceremonia religiosa, la cual fue presidida por el cardenal Baltazar Porras, arzobispo de Mérida. Él llegó como delegado del papa Francisco. También acudieron las más altas autoridades eclesiásticas peruanas.
La Sierva de Dios María Agustina Rivas López, conocida como Aguchita, fue asesinada por odio a la fe junto a seis vecinos de La Florida, Perú, el 27 de setiembre de 1990.
Vida de servicio
María Agustina Rivas López, ‘Aguchita’, nació en Coracora, Ayacucho, el 13 de junio de 1920. Hija de Dámaso Rivas y Modesta López. Fue la mayor de 11 hermanos. En el documental Aguchita –estrenado este año– se cuenta que descubrió desde muy joven su vocación de servicio. Ello lo llevó a viajar a Lima y en 1942 ingresar a la Congregación Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor. Iniciaría el noviciado a los 22 años y a los 25 pronunciaría sus votos, iniciando un extenso camino religioso.
Tras una larga estancia en Barrios Altos y posteriormente en Salamanca, en 1987 le llegaría un duro reto: viajar a la selva para continuar con su servicio. En La Florida, Aguchita se dedicó a enseñar a las mujeres nativas, pero no solo eso. “Tenía una gran admiración por la creación, veía a la Tierra como una aliada del ser humano. Creaba fraternidad alrededor de la mesa”. Así la recuerda monseñor Gerardo Zerdin, obispo de San Ramón, quien resalta el compromiso de Aguchita con su comunidad y en defensa del pueblo asháninka.
Pero todo cambió la tarde del 27 de setiembre de 1990. Eran los tiempos donde Sendero Luminoso sembraba terror en todo el país y ni la selva se libraba de su violencia.
Aquel día un grupo de senderistas llegó a La Florida y obligó a toda la comunidad a ir a la plaza. Aguchita, quien se encontraba con unas niñas recogiendo limones, empezó a rezar, pero los sanguinarios personajes la obligaron a empujones a ir con el resto de lugareños. Al llegar a la plaza, los senderistas la asesinaron a sangre fría junto a otros ocho pobladores. El acto criminal iba dirigido a la superiora de la congregación, pero, al no encontrarla, fue Aguchita quien recibió los disparos. “Aguchita tenía 70 años, qué mal podía hacer qué daño. Solo daba amor, acogida, cariño a toda la gente, a toda la población”, recuerda tres décadas después Glendy Cachay, pobladora de La Florida, quien vio a pocos metros la muerte de la religiosa.
Treinta y dos años después de aquel fatídico día, Aguchita vuelve a ser noticia. Esta vez para alegrar a todo un pueblo y un país. Su beatificación, el final feliz a un proceso que se inició hace cinco años, es el recordatorio de que la luz siempre brillará en medio de la oscuridad y de que la violencia nunca es el camino.
Aguchita fue bautizada como Antonia Luzmila Rivas López.
Fuente: Perú 21
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