Los electores, más allá del rencor crónico que puedan tener contra el Estado centralista, deberían sentarse a repensar sobre las propuestas extremistas que lanza el candidato de Perú Libre.
La sola idea de prohibir la importación de productos haría volar el precio del pollo, principal alimento de los sectores populares. El maíz amarillo, alimento para esta ave, se importa. Prohibir la importación de harina de trigo (no producimos suficiente para el mercado) terminaría con los cachitos y las rosquitas. Adiós pan barato. Comer torta será un lujo. Igual pasará con el fideo; el tallarín con pollo será solo para la cúpula gobernante.
Perú produce estos artículos y otros más, pero no suficiente para abastecer un mercado cada vez más demandante de alimentos.
Las vacunas, maquinaria y medicamentos para el ganado harán lo propio con las carnes rojas. Pareciera que el odio y resentimiento no deja pensar y ver a muchos; lo cierto es que con el plan de gobierno que nos vende esta izquierda socialista volvería la escasez, el acaparamiento, sobreprecio y las colas. Los ochenteros seguro recuerdan mejor estos aciagos años de populismo y estatización.