Finalmente, los gremios de transportistas y agricultores han decidido acatar sus respectivos paros indefinidos debido a que el Gobierno no ha sido capaz de implementar políticas de emergencia para paliar los efectos de una crisis originalmente externa, pero que golpea a las economías familiares peruanas.
¿Qué hubiera podido hacer el Gobierno de Pedro Castillo para contrapesar los efectos de esta crisis foránea que a alcanzado a casi la totalidad de naciones del globo?
Si no había manera de sustraerse a este colapso internacional, ¿qué podría hacer ahora mismo el Ejecutivo para proteger a nuestras familias?
Son muchas las voces derrotistas que descartan la eficacia de cualquier buena intención del Gobierno en estas circunstancias; solo nos queda esperar a que la siguiente ola venga más chiquita y suave, dicen otros.
No obstante, el Perú tiene un historial relativamente fresco de crisis mundiales de las cuales ha salido con solo algunas magulladuras y ningún golpe de muerte. ¿Por qué, entonces, aceptamos la mediocridad y la ineficiencia como única posibilidad?
A mediados del 2009 -aquí, en pleno invierno-, la noticia en todo el mundo era el avance de la AH1 N1, la influenza, y sus variantes que rápidamente se extendieron por todo el país. Como al principio de la pandemia de COVID-19, en ese año también se habló de la poca preparación del sistema de salud para enfrentar una posible demanda desbordada de servicios médicos.
Cualquier resfrío despertaba la paranoia y, naturalmente, la mira del país estuvo en las autoridades. El Gobierno, encabezado entonces por Alan García, inició un programa amplio de vacunación que impidieron nuestro aislamiento de la comunidad internacional. No lograron resolverse todos los problemas del sector -muchos de ellos, históricos-, pero se logró capear la crisis.
En 1998 vivimos los efectos de la “crisis asiática” iniciada un año antes, y fueron políticas de Estado ágiles y decididas las que permitieron que lleguemos al día presente para reclamar, con toda la autoridad de la experiencia; acciones realistas y eficaces para contener el empeoramiento de la crisis alimentaria y de combustibles.
De otra manera, el próximo paro multisectorial indefinido podría ser el principio del fin de esta aventura política que pretendió ser “del pueblo y para el pueblo”.
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