“Vivos” y “monses” cruzando la pista
Resulta inconcebible que muchos padres de familia, en vez de inculcar en sus hijos mejores hábitos y conducirlos por un camino de corrección cívica, les enseñen, por ejemplo, que quien cruza corriendo una autopista es “más vivo” que otro que prefiere utilizar un puente peatonal.
En las últimas semanas hemos mostrado cómo niños, jóvenes, adultos y hasta familias enteras infringen las normas más elementales de tránsito, aun arriesgando sus propias vidas como si quisieran demostrar que ciertas leyes no fueron escritas para ellos. Esto es lo que en el imaginario popular se denomina “viveza”.
Tendemos de manera viciosa a caracterizar a la gente en “vivos” y “monses”. Los primeros son los que se muestran más prácticos, resueltos y con la respuesta a flor de boca, mientras que los segundos son los que escuchan, prefieren seguir una instrucción y piensan antes de hablar adquiriendo involuntariamente un aire de torpeza que parece esencial.
Ambos tipos, no obstante, han evolucionado: los “vivos” de nuestro tiempo identifican la practicidad con la temeridad y a veces con la estupidez. No es de “vivos” clásicos, por ejemplo, asaltar una farmacia y dejarse grabar el rostro por una cámara; tampoco lo es llevar a dos y hasta tres personas en una moto lineal para “recursearse”. Mucho menos lo es cruzar una autopista haciendo lances de “Paquirri” entre los camiones y los buses interprovinciales. Lastimosamente, ese curioso arquetipo de “viveza” es el predominante, por lo que el gran reto educativo es desmitificar la insolencia y la informalidad y mostrar que, como opciones de vida, no son inteligentes.