Por estos días de circo electoral, la mentira se han vuelto imprescindibles en las promesas electorales. Irónicamente, hasta pareciera que ciertos ciudadanos disfrutan que los engañen.
Ciertos analistas políticos afirman que el pueblo es “hielo ante las verdades y fuego ante las mentiras”, por lo tanto, mentir puede ser rentable para una exitosa carrera electoral.
Y debe ser cierto, pues muchos ciudadanos se tragan hoy sin masticar aquellas mentiras difamatorias (guerra sucia) que hoy se viraliza en las redes sociales (antes se hacían en pasquines; igualmente, digieren con deleite y sin pudor las promesas y ofertas electorales; incluso, hasta se convencen de que la culpa de todos nuestros retraso en las políticas del Estado se deben a los que “antes gobernaron”, por tanto, ellos serán los salvadores. Pocos cuestionan.
Es probable que hasta los candidatos, que mienten con tanta desfachatez, terminen en medio de tanta demagogia por creerse sus propias mentiras, y no se dan cuenta sino cuando son electos que es cuando se enfrentan a la dura realidad y la difícil tarea de gobernar instituciones estatales con muchas carencias, burocratizadas y plagadas de corrupción.
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