Marcelino Abad Tolentino, conocido cariñosamente como ‘Mashico’, acaba de cumplir 125 años el 5 de abril, convirtiéndose en el hombre más longevo del Perú y uno de los más ancianos del mundo. Su historia ha traspasado las fronteras de su natal Cochachinche, en el departamento de Huánuco, y ahora despierta admiración por su fortaleza, sencillez y una vida en armonía con la naturaleza.
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Nacido en el año 1900, cuando aún faltaban 15 años para que comenzara la Primera Guerra Mundial, Mashico ha sido testigo de los más grandes cambios del siglo XX y XXI. Pero más allá de los libros de historia, su propia vida ha estado marcada por la pérdida, la soledad y la lucha constante. Huérfano desde niño, vivió durante décadas en una zona remota rodeado de bosques, donde se alimentaba de lo que sembraba con sus propias manos.
Hasta hace poco, ni siquiera tenía un documento de identidad. Fue recién en 2019 cuando el programa Pensión 65 del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social lo encontró viviendo aislado y gestionó su inclusión al sistema, dándole acceso a derechos básicos que nunca había tenido.
El secreto de Mashico: alimentación natural y alegría de vivir
Quienes lo conocen afirman que la clave de su longevidad está en su estilo de vida. “Durante años, comía únicamente frutas y verduras que cultivaba en su huerto, al que llamaba el bosque del edén”, relata Misael Ayra, promotor de Pensión 65 en Huánuco. “Era como una fuente de vida. Siempre nos ofrecía los frutos que él mismo cultivaba”.
Hoy, Mashico vive en la casa hogar “Mis Abuelitos”, donde sigue aferrado a sus costumbres. Pide palta cada mañana, disfruta la pachamanca de carne y mantiene su hábito de conversar con quienes lo rodean. Aunque ya no puede caminar como antes, pasea en silla de ruedas con la misma curiosidad que lo ha acompañado toda la vida.
La celebración por sus 125 años no pasó desapercibida. Empresas como Gloria y Luz del Sur se sumaron al homenaje, donando ropa de abrigo, alimentos, utensilios de cocina y otros insumos a la casa hogar que lo acoge. “Es una alegría cocinar para él”, cuenta Dolores Pérez, responsable de la alimentación del albergue. “Siempre me pide palta. No puede vivir sin su palta”.
Un ejemplo de vida para las nuevas generaciones
La historia de Marcelino Abad —más conocido como Mashico— no es solo un dato curioso sobre longevidad. Es un reflejo de cómo la resiliencia, el contacto con la naturaleza y una vida sin excesos pueden ser la mejor receta para envejecer con dignidad. Su caso también evidencia la importancia de los programas sociales que, aunque tarde, pueden cambiarle la vida a alguien.
Mashico ha demostrado que se puede vivir más de un siglo con el cuerpo, pero sobre todo con el alma llena. Y en un mundo que envejece rápidamente, su historia nos obliga a replantear lo que realmente significa vivir bien.
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