Aunque nos conocemos desde los ochenta, es en los últimos años, desde que integramos juntos el colectivo La Mesa Abierta, que nuestra amistad ha adquirido dimensiones fraternales.
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Su memoria prodigiosa no deja de sorprenderme. Recuerda el nombre del boletero del tren de la nostalgia, Catacaos – Castilla, don Gregorio Arrunátegui; del maquinista, don Vilibardo Antenor Rojas y el cambiador de rieles, don Braulio León.
En medio de la chacota y los recuerdos, el bardo piurano Raúl Lozada, integrante también de la Mesa, nos recuerda que, en sus años mozos, a mediados de los cincuenta, el “Chino” Cielo era cantante de música criolla y actuaba en las radios Grau y Piura acompañado por las mejores guitarras piuranas: Crisóforo León y Panchito Miranda. Interpretaba las canciones de Miguel Correa Suarez, Pedro Miguel Arrese y Héctor “Patorro” Rojas. Su faceta de cantante, bohemio y jaranero me asombró, pues en verdad la desconocía.
Manuel Cielo ha destacado como periodista deportivo, se inició en 1958 en el diario EL Tiempo, siendo decano de su Colegio en Piura. Sin embargo, es como cronista e historiador donde podemos apreciar mejor sus dotes. Sin temor a equivocarme, él es quien mejor conoce la vida y obra del insigne médico peruano, José Cayetano Heredia Sánchez. Buena parte de su tiempo lo ha dedicado a investigar al personaje.
En una de las tenidas de la Mesa Abierta, Manuel Cielo, nos tuvo al borde de las lágrimas contándonos la vida, pasión y milagros de este ilustre galeno, de quien sabemos su nombre, pero muy poco sobre su rica y azarosa existencia.
Cada encuentro con Manuel Cielo es para mí motivo de aprendizaje y admiración. Es como abrir un libro repleto de anécdotas y relatos. Hurgo en su memoria para extraer alguna historia y me encuentro con “El santo y el tutiro” y veo a un puñado de feligreses del bajo Piura ingresar al chicherío cargando la urna y tocando la flautita de carrizo y un pequeño tambor. Empiezan su recorrido de mesas en mesa al son de las notas del tutiro y el compás de la percusión, mientras los clientes devotos ofrendan unas monedas. A cambio reciben, como protección, un collar de hilo consagrado, con una motita de algodón pardo frotado sobre la imagen o la talla del santo patrón.
Luego Manuel Cielo me dice: “no confundas tutiro con tirulo. El tirulo es ese misterioso silbido que entonan los tiruleros para encantar y espantar a los macanches y colambos durante las cosechas”. Y me habla de “Betty”, una perrita libertina que se paseaba oronda por las estrechitas calles de la Villa Heroica insinuándose a los parroquianos. Camino junto a él por la calle Comercio, la principal de Catacaos, y le señalo una casona, indicándole que en ese lugar nació mi padre.
Me pregunta el año de nacimiento y le digo 1912. Entonces a tu abuela la asistió doña Leonor Cañote, la partera que trajo al mundo a medio Catacaos hasta los años veinte. Y que las nativas del bajo Piura vestían de negro, hasta bien entrado el siglo pasado, llevando luto por la muerte de Atahualpa.
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