A ti Señor Cautivo
octubre 17, 2022
Autor: Anabelen Rivera

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Hace más de 100 años que fieles del Señor Cautivo comenzaron a ir caminando hasta Ayabaca para venerar a la imagen del Cristo Cautivo. Primero fueron pequeños grupos de arrieros que viajaban con sus piaras llevando mercaderías, luego poco a poco, al difundirse los milagros del Cristo del Ande la multitud creció.

No vamos a adorar una figura de madera, vamos a rendir homenaje al Cristo que está representado por esa talla. Vamos a postrarnos ante el Hijo de Dios”, así resume su peregrinaje Santiago Reyes, un devoto que a lo largo de diez años ha caminado desde Sechura hasta Ayabaca.

Los pobladores de Ayabaca recuerdan que la fiesta a su santo patrono siempre se celebró, por lo menos desde finales del siglo XIX. Llegaban los devotos del campo para la procesión del 13 de octubre, el 12 es la fiesta de la Virgen del Pilar, patrona del pueblo.

Con la gran concentración de gente en la ciudad, los comerciantes vieron la oportunidad de hacer negocio y en piaras llevaban ollas, mates, telas y cuanto podían vender. No había carretera y por ello el uso de los burros y caballos era normal.

Los milagros concedidos por el Señor Cautivo cruzaron las fronteras de Ayabaca y poco a poco comenzaron a llegar los peregrinos. A lo largo del camino se armaban pascanas y ranchos para expender comidas. Era tradicional la ranchería en la pampa de Los Molinos, en donde los caminantes descansan para emprender el último tramo del viaje. Aquí, se ofrecía tamales, sopa de gallina, estofado de cordero y café caliente. En las carpas, los peregrinos podían guarecerse, porque es usual que en octubre que llueva.

La carretera

Llegó un día que hubo carretera y entonces los visitantes se multiplicaron. Primero el viaje era en camiones. Demoraba doce horas porque los choferes no se arriesgaban a subir la cuesta de Arreypite en la oscuridad de la noche. Era mejor llegar a Tondopa a dormir, para empezar la subida a las seis de la mañana. El desfile de vehículos comenzaba y la ciudad se iba llenando de una multitud vestida de morado que daba gracias a Dios por haber llegado bien, por tener salud, por haber encontrado aquello que tanto se pedía.

Con la carretera también se multiplicó el comercio. La plaza de Armas era el lugar de concentración para los comerciantes de ropa, zapatos, telas, sombreros, frazadas y, por su puesto ponchos. Cerca del mercado se agrupaban los vendedores de artículos para la cocina: ollas de fierro, platos y tazas de fierro enlozado, baldes de aluminio, artículos de plástico, etc.

Las calles Grau, Piura y parte de la Cáceres de dedicaban a la venta de comidas. Las vivanderas exponían carne seca, pescado y allí mismo preparaban café, caldos y un sinfín de aderezos para ofrecer a una multitud, que pese al frío y a la lluvia siempre vuelve en pos de un milagro.

La procesión

Los peregrinos comienzan a llegar a partir del 8 de octubre. Los hospedajes se llenan y muchos devotos duermen en las calles. Otros forman una larga cola para venerar a la imagen de Cristo Cautivo. El doce empieza la fiesta. La misa, por la general la oficia el obispo de Chulucanas, antes se realizaba en el templo, hoy es en el atrio para que toda la multitud pueda participar.

Después sale la procesión. Primero, la Virgen del Pilar cargada por las mujeres ayabaquinas, luego el Señor Cautivo. El recorrido, hasta los años 80 era por el centro de la ciudad, luego se amplió. Antes, recuerda Angélica Zegarra solo eran dos días de procesión, el 12 y 13 de octubre. Hoy, se ha extendido hasta el 14. Esto es para permitir mayor participación a los peregrinos. También el 1 de enero se realiza otro recorrido. Antiguamente, esta fiesta era celebrada por dos familias: Acuña y Niño.

Por Luis Alberto Calle y José Córdova

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Anabelen Rivera
Reportera con afinidad para los medios digitales y redes sociales. Me interesan las investigaciones periodísticas sobre problemáticas sociales en el norte del Perú.
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