Qué horas tan difíciles hemos pasado los peruanos últimamente. Al dolor por la muerte de tantas personas debido al coronavirus, se ha sumado la inestabilidad de nuestro país, con el resultado lamentable de la pérdida de dos vidas jóvenes y tantos agraviados y heridos físicamente.
Pero como de todo se pueden sacar grandes aprendizajes, me parece importante empezar por recordar un sabio principio: “En lo esencial: unidad y en lo opinable: libertad”. Y lo esencial son los valores humanos básicos, como el respeto a la dignidad de las personas, la verdad, la solidaridad, etc.
El respeto a la persona es ineludible, no se la respeta o se la deja de respetar por lo que tiene, juventud o vejez, pobreza o riqueza, ni por el cargo que ocupa, sea jefe(a) o simple trabajador(a; la dignidad de la persona no es por lo que tiene sino por lo que es, alguien con un ser personal único, irrepetible, insustituible, cuya sola existencia es un gran don trascendente.
Por eso, cuando se traspasa esa delgada línea roja faltando el respeto, y se agravia, se ofende o se desprecia, delante o a espaldas del(a) interesado(a; cuando nos empezamos a ver con rechazo o con odio quizá es el momento de detenernos un poco y darnos cuenta de que hay un principio básico: el del respeto por encima de nuestras diferencias, porque en lo opinable cabe la pluralidad de opiniones, pero en lo esencial tenemos que estar unidos, en que pase lo que pase nos vamos a respetar como seres humanos que somos, vamos a buscar la verdad y vamos a tratar de ayudarnos a comportarnos como seres humanos racionales.
La siembra nefasta del odio, divide, separa, aísla, dispersa las energías, es entrópica; y es una pena que sea justo en el momento en que más necesitamos unirnos para superar la crisis sanitaria y económica, cuando nos seguimos conmoviendo de cómo delante de un hospital o carpa espera con angustia un familiar, a ver si le dan alguna noticia de su pariente que lucha por su vida; y cuando la crisis económica está llevando a muchas familias a no contar más que con una comida al día, porque se han perdido cientos de miles de puestos de trabajo. Por eso se necesita dejar de mirarnos como enemigos, para juntos pensar creativamente formas de superar esas crisis que amenazan la vida de tantos peruanos, especialmente de los más vulnerables que sufren “hacia dentro”, hondamente, y que no se merecen ver que el odio lleva a enfrentarse peruanos contra peruanos en una lucha estéril que ahonda la sospecha, el resentimiento y la división.