He leído que mucha gente, en las redes sociales, ya desea que se vaya este año, que ya acabe y que ya llegue el nuevo año. También, en diferentes seminarios y talleres, hemos dialogado con profesores de distintos países sobre las enseñanzas nos ha dado esta situación de problemas de salud a nivel mundial. Debo decir que hemos aprendido mucho sobre nosotros mismos, sobre nuestro prójimo y sobre la vida misma, en general.
Mucha gente buena ha sacado lo mejor de sí y ha sido muy generosa, caritativa, solidaria, empática y ha demostrado de todo lo que el ser humano es capaz de hacer por su familia y vecinos. Pero, también, el otro lado de la moneda ha sido ver cómo muchos se han valido de esta penosa situación para robar y sacar provecho personal. Lo triste de todo esto es que, no solo ha sido gente común, sino también políticos, autoridades y hasta miembros de las fuerzas armadas.
En estas fiestas navideñas, tenemos la gran oportunidad de compartir y ser solidarios con toda la gran cantidad de gente que ha perdido sus trabajos, han cerrado sus negocios, deambulan por las calles pidiendo limosna, tocan sus instrumentos por las diversas arterias de la ciudad, que bien en lugares muy pobres, o realizan esos oficios a los que casi nunca les ponemos atención y son muy importantes. Me refiero a los barredores, a los jardineros, a los que recogen la basura, a los que venden periódicos caminando desde muy temprano por toda la ciudad. En fin, la lista es interminable.
Demostrémonos que, además de buenos profesionales, somos buenos hijos, buenos padres de familia y más. También somos buenos prójimos; ayudemos al necesitado, solidaricémonos con aquellos que necesitan de nuestra colaboración. No seamos indiferentes al verdadero sentido de la Navidad que es abrir nuestro corazón y demos gracias de estar en el lado de los que podemos dar y no en el de los que tienen que pedir. Navidad es amor.