Tengo una amiga que vive cerca de una panadería. Ella es muy graciosa. En una ocasión se le ocurrió escribir un letrero que decía: “Por promoción, hoy regalaremos pan”.
En la noche colocó el afiche en la fachada de la panadería. Al día siguiente, desde muy temprano, la gente se agolpó frente al establecimiento. Los dueños del negocio, al abrir su establecimiento y al ver tantos clientes, creyeron que ese día tendrían jugosas ganancias; pero se decepcionaron al ver que la gente exigía el pan gratis.
Era el día de los inocentes, como lo es hoy. En este día, mucha gente hace bromas. Pero muchos sólo se quedan en eso, en lo lúdico. Ellos no toman conciencia de la profundidad del misterio que celebramos.
Hoy celebramos el martirio de los niños inocentes que, en Belén, murieron por orden del despiadado e infame rey Herodes (Lc. 2,13-18). Muchos podrían decir: “¡Qué macabros son los cristianos! ¿Cómo es posible que celebren una masacre?”. A quienes nos cuestionen de este modo podemos responderles: Nosotros no celebramos la masacre, sino que esta celebración tiene un valor profético, porque estos niños inocentes anuncian la pasión de Cristo, uniéndose al sacrificio de la cruz.
Siguiendo esta línea profética, esta celebración es una buena ocasión para denunciar todo maltrato y abuso infantil. Al hacer esta denuncia estoy pensando en aquellas personas que promueven y practican el aborto, que explotan a los niños, los pederastas que dañan la inocencia de los pequeños, etc. En definitiva, ésta es una ocasión propicia para denunciar a los Herodes modernos que, con sus palabras y acciones, hacen daño a los niños.
Este día también es una buena ocasión para pedir al de Belén que cuide y proteja la inocencia de nuestros niños, para que como Él crezcan en gracia, sabiduría y estatura (Lc. 2,52).