Mes de diciembre, momentos de ensueños, de especulación y de agradecimiento. Ahora o nunca, prefiero hoy plasmar estas ideas llenas de alegría, entusiasmo, compromiso y gratitud.
Un primer momento es el término de las sesiones impartidas en el MBA, dejando como conclusión que los mejores líderes no sorprenden con su ego, sino con su humildad. Saben construir organizaciones –conjunto de personas- y tratan de avanzar con los demás y nunca a costa de los demás. Son, evidentemente, ambiciosos, pero primero y principalmente para sus instituciones, no para ellos mismos. Para llegar a ser un líder “neto” como llamamos en México, es preciso previamente ser una persona completa, equilibrada, con ideas claras con relación al uso de la propia libertad y de sus límites; es en este equilibrio donde nos damos cuenta que a la profesión hay que llenarla de valores que no sean tan solo dinero y poder, sino, más desprendida de las cosas de esta tierra, para descubrir lo más importante de la dirección y gobierno de las organizaciones.
Otro momento es este tiempo de la alegre espera, el Adviento. Llamado también periodo del silencio –porque al Señor se le conoce en el silencio-. Es la confianza humilde en el evento de Belén para encontrar consuelo y valentía en estos momentos de incertidumbre, al lado de ese personaje. El papa emérito decía que el pesebre es una escuela de vida, donde podemos aprender el secreto de la verdadera alegría… No inquietarnos, a pesar de que esta pandemia nos lo está demostrando con dureza, que la precariedad y la transitoriedad de las cosas son una realidad. A tener confianza, que todo es para bien y lo mejor está todavía por venir.
Y el tercer momento -ya a pocos días- es el reencuentro en el pesebre con el nacimiento de Dios hecho Niño. Ahí -y con él- aprenderemos que hay que pasar con el corazón antes que con el cuerpo para no zozobrar. Aprenderemos a hacer el bien y a combatir la injusticia donde quiera que estemos, desarrollando la cultura del cuidado como camino de paz. ¡Feliz Navidad!