Vivimos una época de trabajar duro, de no quedarnos rezagados en la irresponsabilidad, pues para hacer frente a la propagación de la enfermedad del COVID-19, lo primero que se nos requiere es ponernos en acción entroncada, si en verdad queremos mitigar sus efectos adversos en la economía y en el mercado mundial de todo el mundo. No debemos continuar en la pereza y, aun peor, vivir en la resignación como un derrotado. Siempre hay que arriesgar, ponerse en movimiento, renacer, en suma.
La ausencia de coraje transforma nuestra existencia en una necrópolis. El mañana puede ser ya tarde. Sea como fuere, hay que sentirse familia y, como tal, hay que armonizarse en ese amor auténtico. Jamás nos dispersemos, así no evolucionamos en algo tan esencial como el espacio de afecto, de ayuda, de esperanza y de apoyo. La desbandada no es saludable para nadie, comenzando porque la tierra se construye con los pasos unidos, a tenor de la relación de los pulsos y las pausas vertidas, ya que sus moradores requieren del aliento en concurrencia.
Efectivamente, son muchas las cadenas que tenemos que romper, si en verdad queremos liberarnos, para poder pasar página de tantas crueldades vertidas entre análogos. Prioricemos los derechos humanos y así podremos influir en los cambios de comportamiento. No es nada fácil. Lo sé. Y más cuando nos hemos dejado vencer por la cultura de la división. Para empezar, estar juntos y para siempre es nuestra gran asignatura pendiente. Hemos perdido la capacidad de amarnos y de dejarnos sorprender por el amor. Sin duda, tenemos que despertar e interrogarnos más que nunca.
Claro, que esto supone mucho sacrificio, mucha entrega y mucha generosidad. En cualquier caso, no podemos continuar pasivos en un tiempo de tanto dolor, de tantas miserias causadas en parte por la insensibilidad de los dominadores, y también por nuestra falta de esfuerzo. Desde luego, se requiere cuanto antes un cambio de corazón, una mirada diferente motivada por un laboreo constante en favor de los más vulnerables. Será benéfico, por consiguiente, crecer en humanidad. Cierto, esto no viene del aire, se requiere otro modo de vivir y hasta otra manera de quererse, cuando menos más verdadera y menos interesada.
Sea como fuere, no hay que angustiarse, pero si hemos de modificar la ruta con tesón y paciencia.