Puede que sea tiempo de balances, pero también de reflexión y momento para renacer, pues la vida es un perenne movimiento, un constante proceso de vueltas y revueltas, de transformaciones y de valor, que nos sirve para cancelar una época e inaugurar otra. Sea como fuere, nadie puede afrontar la vida por sí mismo, necesitamos repoblarnos de compañía, sentirnos parte de una ilusión que nos ayude a mirar hacia adelante, ganar confianza entre unos y otros, para sembrar visiones que nos alienten en la continuidad de nuestra propia existencia. ¡Vayamos con esperanza!
No perdamos el armónico ritmo de la vida. Puede que la llegada de una pandemia a nuestra cotidianeidad haya alterado por completo nuestro espíritu, pero hay que salir de esta mundializada crisis, con la lección aprendida. Los científicos han logrado grandes progresos con el desarrollo de diversas vacunas y la comunidad internacional tuvo que unir esfuerzos para detener la propagación del virus, siguiendo las pautas establecidas con base efectiva. Seguramente saldremos todos renovados y fortalecidos, tras tomar conciencia de lo imprescindible que es una cultura hermanada, que se sustenta en la universalidad de los vínculos fraternos.
Sin duda, el año 2020 nos ha puesto a prueba, en medio de nuestro endiosamiento y euforia tecnológica. Hemos tenido que recluirnos, hacer silencio y tomar aire para darnos cuenta de que cada vida, por ínfima que nos parezca, es una vida en común. Por lo tanto, estamos llamados a explorar caminos diversos que han de ofrecerse y compartirse. Lo importante es cuidar unos de otros, activar el espíritu armónico, destronar el afán mercantilista (el dinero es egoísta), donarse mientras haya un necesitado en nuestro camino. Si Jesús no hubiese nacido en la tierra, tampoco el ser humano podría nacer para el cielo.
Precisamente porque Cristo vino, nosotros podemos trascender. Por eso, es vital tomarnos el momento preciso y el espacio requerido, para reflexionar y poder rescatarnos de tantas miserias sembradas. Lo fundamental es perseverar siempre, sabiendo que después de las tribulaciones, amaina el temporal y que hemos de estar alerta trabajando en familia, pues ninguno de nosotros puede predecir lo que vendrá posteriormente. En todo caso, siempre surge la noche. Ante esta situación, debemos comenzar a replantearnos la manera en que las naciones cooperan hacia ese bien colectivo, que exige muchas bondades y también variadas virtudes.