A pesar de las obvias tensiones que genera el conteo de los resultados electorales, es necesario que los líderes políticos sepan invocar a la ciudadanía a mantener la calma y respetar los resultados. En democracia, nuestra conducta debe inclinarse siempre a tender puentes y no a cancelar la comunicación con quienes piensan distinto. En estos comicios, se ha hecho evidente que vivimos en un país partido en dos frentes y ello obliga a las fuerzas democráticas a buscar la unión y no a profundizar más la división.
Tenemos ante nosotros, a la sombra de estos 200 años de imperfecta vida republicana, la posibilidad de crear condiciones de desarrollo impensadas tiempo atrás, que hoy no solamente son posibles, sino urgentes para lograr la recomposición económica y social del país tras la crisis ocasionada por la pandemia y por el descubrimiento de ese otro Perú que ha afirmado su identidad política sobre una base riesgosa y sobre los hombros de un liderazgo del que todavía el 50% del país desconfía debido a la oscuridad e improvisación que afecta su verbo. Tenemos en nuestro tiempo la opción de crear condiciones de bonanza mediante la explotación racional de nuestros recursos naturales -el cobre en primer lugar-, pero esta empresa de dimensiones históricas no podrá ser llevada a cabo sin que entre los peruanos exista el respeto. Es tiempo de pensar en las maneras de trabajar unidos y no envenenados por la ideología u odios cainitas precisamente cuando tenemos la oportunidad de dar un salto al desarrollo.
Los actores políticos, los líderes de opinión y personalidades con alguna influencia en la ciudadanía tienen la responsabilidad de devolver la calma a la ciudadanía enseñando que el camino es el del reconocimiento fraterno, el del respeto a la idea distinta sin azuzar ánimos contrarios denunciando fraudes o exigiendo defensa de votos en las calles. La democracia exige de cada uno de nosotros un comportamiento distinto, una conducta mejorada; requiere la expresión de la voluntad de trabajo mancomunado para construir el Perú de las futuras generaciones. No caigamos en el absurdo de querer sostener una pelea que solo nos llevaría a perder valiosas oportunidades de lograr el auténtico desarrollo luego de las amargas páginas escritas por la muerte y la precariedad.