Las personas nobles tienen, entre otros distintivos, su sinceridad, su alegría y audacia; son trabajadoras, flexibles y adaptables, fiables, empáticas y muy agradecidas. Son forjadoras de capacidades para reaccionar efectivamente ante situaciones imprevistas, propias de entornos “VUCA” -volátiles, inciertos, complejos y ambiguos-.
Hoy tienen la tarea de mejorar las estrategias y los modos, porque van apareciendo nuevas realidades y cambios de escenarios. Toca mejorar lo andado, andando. Hay que saber reinventarse, sin perder la esencia. Que si nos cansamos, descansamos, pero nunca renunciamos; porque aunque se rompan los sueños, resistiremos para recuperarlos.
Leí un lema en la entrada de una organización, que decía “hoy, ahora o nunca”. Luego, le pregunté a un directivo, qué onda con este lema y, con un tono de voz agradable y un color de voz bien experimentado, me explicó: las cosas se hacen ahora, porque hacerlo “luego”, se convierte en “nunca”. Lo que se debe hacer, se hace.
Ahí está el quid de una persona noble, el compromiso de hacer, lo que se debe hacer. Son personas de buenos resultados y no de buenos para excusas. No hay que esperar la oportunidad correcta, hay que crearla, con amor y sin miedo, con fe y audacia.
Hay unas acciones necesarias que se tienen que considerar para no perder el rumbo: hay que ser apasionados, porque un gran éxito es el producto de una gran pasión; a ser creativos e innovadores, para abrir nuevos caminos; a tener más comunicación y menos secretismos; a ser “disparatado” para buscar lo imposible; a cui-dar los detalles para terminar bien lo empezado, y pensar de manera racional, pero con el sentir de un artista.