Esta crisis está dejando una serie de consecuencias que las empresas deben hacer frente de forma eficiente y creativa. De acuerdo con informes de consultoras privadas, desde hace 30 años no se daba una contracción en el consumo privado de tal magnitud. Cambios en la demanda, reducción del consumo, afectación a la cadena de suministro, nuevos canales comerciales, restricciones financieras, morosidad, intermitencia de operaciones, pesimismo, entre otros.
Por lo tanto, la continuidad de las empresas estará determinada por su capacidad a adaptarse ante un entorno cambiante. Ante esta situación, las empresas deben comprender el impacto de la crisis, reaccionar de manera coordinada y operar en el nuevo escenario.
La alta dirección es responsable de identificar el momento adecuado para iniciar el proceso de recuperación y liderarlo de forma oportuna, coordinada y efectiva con todo su equipo. Los objetivos de un plan de recuperación son devolver el dinamismo de la operación, concentrar esfuerzos en recuperar rentabilidad y liquidez, capitalizar las oportunidades del mercado, buscar oportunidades de eficiencia con la finalidad de bajar costos en un mercado muy deprimido y minimizar el impacto de los efectos negativos de la coyuntura.
Adicionalmente, para que este plan tenga éxito, es necesario concentrar nuestra atención para no perder de vista ningún detalle, ser flexible porque no hay una fórmula única para hacerlo y mirar a largo plazo, pero ser muy específico en las acciones que se realizan diariamente.
En resumen, lo que se busca es escoger la ruta correcta, lo que implica identificar los escenarios posibles, definir la estrategia a implementar y finalmente desarrollar un plan de acción a nivel comercial, operativo y financiero.
Los esfuerzos de la dirección deben estar correctamente orientados a tomar un mayor control de los elementos claves de la organización tales como la estrategia, los clientes, gestión del talento, etc.