Pandemia: esperando que pase el peligro
julio 1, 2020
Autor: Victor Palacios

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Miro a mi perro como acostumbro a observar las cosas que transitan a mi alrededor, y la mayoría de objetos animados y estáticos pasan por mi vista repetitivamente estúpidos sin alguna particularidad que amerite un comentario público. Mi perro ladra -como muchos-, se rasca, se lame, voltea medio cuerpo e introduce el hocico entre sus patas, persigue a los autos o motos y cuando los alcanza no sabe par qué tanto esfuerzo, luego regresa y se echa en el pasto a seguir mirando o a cerrar los ojos. Envidio su serenidad.

Intento entablar una comunicación con él, y es que el aburrimiento por la cuarentena me pasa la factura, total existen peores desórdenes mentales a consecuencia de un encierro. Lo llamé por su nombre, Brandy, y me contestó de inmediato. Le conté cuánto daña al país la corrupción en tiempos de pandemia, los altos precios de los medicamentos, mascarillas, las raras adquisiciones, coimas y sobornos a funcionarios públicos; mi perro solo escuchaba despreocupado por lo que seguí con el monólogo… todo iba de maravilla, él atento y yo disertando sobre la moralidad, la corrección, la honestidad.

Tal vez lo aburrí en demasía con mi charla porque ya no regresó a mi lado, se quedó con tres perros de la calle jugueteando. Por ratos, Brandy se situaba frente a los otros ladrando sin que alguno de ellos interrumpiera, me da la impresión que estaba comentándoles acerca de lo me escuchó hablar y tengo la sensación de que algo le entendieron.

Pasaron tres semanas de aquella charla, mi aislamiento obligatorio hizo que encontrase otras formas de pasar el rato, mi perro pasó al olvido temporal.

Luego de la última extensión de la cuarentena volví a prestarle atención y noté que algunas cosas habían cambiado, las avenidas se mostraban con mayor tránsito a pesar del retorno del bullicio en el rugir de motos y autos. Me extrañó mucho que el jardinero, los albañiles de construcción –todos ellos iniciaban la reactivación laboral- transitasen tranquilos, que los deportistas matinales nuevamente realizasen sus ejercicios con total normalidad.

Me ubiqué en mi lugar preferido, a observar desde una silla a la sombra de un viejo árbol. Mi perro era el líder de la manada, recostado en una loma divisaba todo el conjunto de ocurrencias. El primero en desfilar por el montículo verde fue el jardinero llevándole un pedazo de pan con alguna alegoría comestible en su interior.

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Victor Palacios
Editor web de El Tiempo y La Hora. Periodista y fundador del equipo digital del diario El Tiempo. Comunicador con experiencia en Marketing Digital, Data Analyst, SEO, Web Design, Email Marketing e Ecommerce.
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