¿Cómo cortar la inmunidad y la impunidad parlamentaria en un estado pseudodemocrático como el nuestro? Se ha elegido un nuevo presidente con convicciones morales firmes pero el Congreso mantiene la potestad para vacarlo si no se ajusta a sus fechorías. Hemos pasado página, pero el problema persiste; ante este escenario quizá sería bueno replantear qué tan sabia es la creencia “borrón y cuenta nueva” para los fines de desarrollo humano deseados en el Perú.
Somos testigos de que el diálogo entre la sociedad civil y el parlamento no es un “win to win” sino un “win to lose”; entre tanto se siguen vulnerando los derechos fundamentales de la Constitución Política. Un texto normativo jamás modificará la megalomanía cerebral en el político porque la inmunidad torna a la persona insensible frente al dolor ajeno. La vida humana no tiene valor cuando el capital gobierna tu esencia como única fuente de recompensa, si no preguntémosle a Manuel Merino por el homicidio calificado de Bryan Pintado e Inti Sotelo.
A lo largo de la historia se ha evidenciado que la revolución social es el mecanismo más efectivo para cortar de raíz con el autoritarismo y el restablecimiento del Estado de derecho; cuando pones en aprietos la propiedad (patrimonio) del ser humano, éste se ve obligado a ceder parte de su poder para mantener su supervivencia.
Quítale lo más preciado que tiene y verás cómo se subyuga a tus órdenes. Si la elite parlamentaria no se siente amenazada por las protestas civiles, seguirá en piloto automático sacrificando los derechos del pueblo para enriquecer cada vez más su inmortalidad jurídica. De tal forma, en un contexto virtual, ¿qué pasaría si la sociedad civil “secuestrara” a los hijos de los corruptos y los pusiera en cuarentena en condiciones infrahumanas? Recordemos que los infantes son lo más preciado que hay en el planeta y no existe divisa de reposición una vez perdidos.
Cuando las vías diplomáticas se agotan no queda más remedio que recurrir a una negociación forzosa, donde cada parte sacrifica el individualismo por una necesidad de bien-estar común.
Recién allí nos damos cuenta del impacto que tienen nuestras decisiones en los demás, más aún cuando se meten con la generación equivocada. Gleiches zieht immer gleiches an (lo mismo siempre atrae a lo mismo).
